tag:blogger.com,1999:blog-10821542480256319792024-03-13T00:44:05.442-03:00"La nena es comunista... pero es buena!"Lhttp://www.blogger.com/profile/01529180237167858012noreply@blogger.comBlogger32125tag:blogger.com,1999:blog-1082154248025631979.post-53463858176332428342013-12-03T14:05:00.003-03:002014-01-10T13:56:22.930-03:00El viaje<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="color: #333333; line-height: 0.48cm;"><span style="background-color: white;">Las
cejas en arco, como si esperaran una revelación. El cuerpo tenso del
hombre que iba en el tren de la tarde hasta la estación Tigre. De
pronto se aflojaba, como replegándose, y sus manos hacían un gesto
como diciendo </span></span><span style="color: #333333;"><span style="line-height: 18.140625px;">«</span></span><span style="background-color: white; color: #333333; line-height: 0.48cm;">se acabó</span><span style="background-color: white; font-size: 13px; line-height: 19.1875px;">».</span><span style="background-color: white; color: #333333; line-height: 0.48cm;"> </span></span><br />
<span style="background-color: white; color: #333333; font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 0.48cm;"><br /></span>
<span style="background-color: white; color: #333333; font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 0.48cm;">Nadie lo miraba. Yo lo hacía con
disimulo. Él continuó todo el viaje inmerso en un diálogo secreto,
que hacía que los surcos de su frente se parecieran a las olas que
se derraman en la orilla, con ese temblor de haber llegado a alguna
parte. Yo lo espiaba. No quería interrumpir su coloquio. Me sentía
como entrando en zona ajena y sin permiso, mientras pensaba que cara
estaría poniendo yo, con la curiosidad de querer saber. </span><br />
<span style="background-color: white; color: #333333; line-height: 0.48cm;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br /></span></span>
<span style="background-color: white; color: #333333; line-height: 0.48cm;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Miré
alrededor asustada, sintiendo que también a mí alguien podía
estar observándome. De pronto, me sentí el punto, el motivo, el
centro. Fue cuando él me clavó su mirada dura y en mudo reproche
me preguntó sin decir nada, </span></span><span style="color: #333333; font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 18.140625px;">«¿</span><span style="background-color: white; color: #333333; font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 0.48cm;">A vos qué te importa?</span><span style="background-color: white; font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: 13px; line-height: 19.1875px;">».</span></div>
Lhttp://www.blogger.com/profile/01529180237167858012noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-1082154248025631979.post-83114011603205797672013-12-03T13:43:00.000-03:002013-12-03T15:26:09.778-03:00Los Rojos<div class="MsoNormal">
<span lang="ES" style="background-color: white; color: #444444; font-family: Georgia, serif;">—¡</span><span lang="ES-CO" style="font-family: Georgia, serif;">Los rojos den un paso al frente o
los fusilamos a todos!</span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
La noche se iluminó de pronto con las luces que portaba la Guardia Civil.<br />
Los susurros que apenas se escuchaban unos segundos antes, se convirtieron en
voces, gritos, órdenes, y todos supieron que era mejor obedecer. Mientras
alguno conseguía escapar, cuatro de ellos se separaron del grupo y cumplieron
con lo que los esbirros de Franco reclamaban. En este intento desesperado de
salvar a los demás, estaba mi abuelo Agustín. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
Por algún motivo que nunca supe, se conformaron solo con ellos cuatro. Y luego
de golpearlos duro los llevaron a la cárcel. Hacinamiento, hambre, frío e
incertidumbre fueron rutina en el cautiverio. Afuera, los bandos enfrentados
seguían en una lucha desigual como todas las peleas que sostiene el pueblo
invadido y diezmado, cuando se enfrenta a ejércitos organizados y bien
provistos.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
Mi abuela María había conseguido un permiso para llevarle comida a su marido. Al
entrar a la prisión era humillada por los guardias que con el pretexto de «revisarla
para que no pasara nada indebido» la manoseaban entre risas y sin miramientos. Ella
tragaba sus lágrimas y su vergüenza. Sólo pensaba en entregarle el alimento y
poder verlo, aunque fuera unos minutos.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
Las noches solitarias de la abuela eran una pesadilla mezcla de sueño y de
vigilia, de miedo y de angustia. Había oído de gente desaparecida. Sabía de
presos que eran llevados en medio de la noche y fusilados y enterrados quién
sabe dónde. Temía por su Agustín. «</span><span lang="ES" style="background: white; color: #444444; font-family: "Georgia","serif"; mso-bidi-font-family: Arial;">¿</span><span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">Por qué diste el paso al frente?»</span><span lang="ES" style="background: white; color: #444444; font-family: "Georgia","serif"; mso-bidi-font-family: Arial;">, </span><span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">pensaba. «Si no lo hubieras dado los mataban a todos. Pero otros no lo
dieron… ¡Ah! ¿Por qué serás tan rojo Agustín?», le reprochaba con el
pensamiento, no muy convencida.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">Con
la sensación de la muerte pisándole los talones, pasaron los días en los que
nunca dejó de visitarlo ni de pensar cuál sería su destino. Un día de tantos, mi
abuelo Agustín apareció en casa corriendo hacia los brazos de mi abuela. Se
habían traspapelado unos documentos, alguna burocracia ayudó tal vez. Nunca
supimos por qué lo liberaron. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
Celebraron ellos dos con mi madre, sin que nadie supiera y sin hacer ruido. Mi abuelo tenía que dejar España. Habiendo sido marcado como Rojo su suerte
estaba echada. Lo que siguió era lo más difícil: conseguir dinero para el pasaje
y el pasaporte. Con la ayuda de algún contacto, de la familia y de algún
desconocido también, mi abuelo Agustín se marchó en un barco rumbo a Venezuela,
con la promesa de llevar a mi abuela y a mi madre en cuanto consiguiera trabajo
en esa tierra lejana y desconocida que no lo esperaba y a la que él acudía con
la esperanza de iniciar una vida lejos del horror. Una carta que guardaba como
un tesoro, era el vínculo con gente que quizás pudiera ayudarlo a encontrar
empleo.<br />
<!--[if !supportLineBreakNewLine]--><br />
<!--[endif]--><o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">La
travesía fue más larga de lo que esperaba. En esas noches, mirando el mar
infinito, debe haberse dado cuenta de cuán lejos quedaba su tierra donde había
dejado a su mujer y a la hija de ambos. Agustín no pudo saber en que momento el
mar Mediterráneo se convirtió en Caribe. Y miró entre lágrimas ese cielo que lo
cobijaba, tal vez parecido al de su Valencia. Pensó en María. Si ella miraba el
cielo, sería el mismo, aunque fuera otro. Cuando el barco ancló en tierra
venezolana, tuvo el primer contacto con el destierro. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">Tenía
que seguir. Luego de los trámites de rigor, se encaminó hacia el pequeño hotel
cuya dirección estaba escrita en el papel arrugado que aferraba en su mano. No
quedaba lejos del puerto, de manera que recorrió el camino andando, conociendo,
asombrándose con tanta vegetación y colores diferentes. Con paso cansado y
hambriento llegó a destino. Tenía algo de dinero como para aguantar hasta
conseguir conchabo. Tomó una habitación con un camastro, un ropero destartalado
y una ventana que daba a ninguna parte pero que permitía que entrara un poco de
aire. Le indicaron los horarios de la comida. Tenía tiempo de darse un baño
antes de bajar a cenar. No fue tan fácil. Cinco o seis hombres hacían fila para
tomar una ducha en el único baño del lugar. Desechó la idea ante el temor de
quedarse sin comer. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">–Los
horarios son para cumplirlos –le había advertido el dueño. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">Bajó
al comedor. La escalera crujió a su paso y amenazó con venirse abajo.<br />
Sobre la mesa, un papel de estraza salpicado con manchas de aceite anunciaba
que ya había sido usado. Le llevaron un plato de frijoles con arroz. Lo devoró.
No era como la comida de María, pero supo calmar su hambre. Cuando por fin se
durmió, soñó que su mujer lo llamaba gritando –¡Está lista la paella, Agustín! <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">La
cocina de María. La mejor de Valencia, soñó.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
Los ruidos del lugar extraño lo despertaron temprano. Lo suficiente como para
no encontrar a nadie y sin tener que esperar, darse una ducha. Se sintió
revivir como una planta sedienta y se dispuso a comenzar la búsqueda de un
posible trabajo. Pero antes tenía que desayunar. La curiosidad del dueño del
hotelucho mientras le servía el café fue providencial. Le dijo que <st1:personname productid="\lsarpc���� gĈἨ Ƹ ヱꔰポ���� ������� ������ ůĈ�� � � �㳨̨߈ ����������" w:st="on">la Señora</st1:personname> de la finca en la montaña buscaba un
chofer. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">–¿Sabe
manejar? <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">–Pues
claro –dijo Agustín–. Si habré llevado cargamento de naranjas allá en mi
tierra.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">–<st1:personname productid="la Señora" w:st="on">La Señora</st1:personname> va a estar
agradecida –pensó el dueño mientras escribía la dirección en un papel. «El
hombre parece decente», pensó.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">Llegar
no era fácil. Tendría que contratar una movilidad. Consiguió una camioneta vieja
que seguramente estaba acostumbrada a caminos difíciles. Este lo era. Entre
barquinazos mientras trepaba pudo ver la explosión de verdes cada vez mas
profusa al costado del sendero. Flores y grandes plantas lo distrajeron y no se
fijó en los peligros de esa ruta precaria que de un costado tenía la ladera de
la montaña y del otro el precipicio, un abismo que se hacía mas profundo a
medida que subían. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">Al
pasar por un recodo, encontraron una planicie poblada de un montón de chozas,
con techo de paja que apenas servían para guarecerse. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">–¿Quiénes
viven ahí? –preguntó. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">Antes
de escuchar la respuesta, un puñado de niños rodeó la camioneta. Le llamo la
atención que todos fueran negros. Todos. Cuando llegó a Venezuela había visto a
muchos, pero también mulatos y blancos. Acá, a juzgar por los niños, parecía no
haber más que negros. Se lo dijo al conductor. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">–Son
los hijos de los trabajadores de la finca –le explicó. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">Sus
padres recogían algodón, se ocupaban de las siembras, del azúcar, del tabaco y
del ganado. También de la cría de caballos, famosa y con mercado en el
exterior. «Es un feudo», pensó Agustín y no se equivocó. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">Esos
negros que vivían en el asentamiento eran los descendientes de aquellos
arrancados de África, vendidos en estas tierras lejanas para vivir un destino
del cual no habían podido escapar. Se le estrujó el corazón al ver el resultado
de la colonización española en esas caras de niños con el sello inconfundible
del sometimiento y del hambre. Acompañaban el paso lento del vehículo con las
manos extendidas. Agustín lamentó su propia pobreza que no podía dar nada.
Lentamente fueron quedando atrás mientras la camioneta seguía subiendo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
De pronto, como brotando de la espesura, la gran casona apareció ante sus ojos.
«Es un palacio», pensó Agustín y no estaba errado. El viejo castillo, dueño y
señor de todo lo que lo rodeaba, se presentaba erigido con la magnificencia y
el esplendor propios de varias generaciones de dueños de las tierras y de los
seres que las habitaban. Entraron al área de servicio de la casa y allí los
recibió una mujer que se presentó como ama de llaves y encargada de la
selección del personal. Se dedicó a preguntar todo lo que quiso al aspirante al
puesto de chofer. Ella pasaría el informe a la patrona, que por supuesto, era
quién tenía la última palabra. Cuando tuviera una respuesta se comunicarían con
él.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
El camino de regreso le pareció mas corto. Al pasar por el caserío vio que
alguno de los peones, con herramientas en mano, volvían de sus tareas. Todos
eran negros. Y ya no tuvo ninguna duda. Por mas que la esclavitud había sido
abolida desde hacía mucho tiempo, esa era otra manera de sometimiento y abuso.
Esa gente no tenía más refugio que esas chozas, ni más trabajo que el que les
hacían hacer en el feudo, a cambio de dejarlos vivir en el predio. «Bueno
Agustín… parece que no tienes mas remedio que seguir siendo rojo», pensó.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
Ese trayecto compartido le sirvió para hacerse del primer amigo. El que lo
había llevado se llamaba Juan y vivía de hacer mudanzas y viajes con la
camioneta. Residía en el pueblo junto a su mujer y sus dos hijos. En los ratos
libres, Juan tomaba tragos y jugaba cartas en la cantina y fue a través de él
que Agustín conoció nuevos amigos con quienes compartir la lentitud del tiempo
y de la espera.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
Las noches largas y calurosas tenían un nombre, María y un recuerdo entrañable,
Teresa, la hija de ambos. Y un solo propósito que lo rondaba sin dar tregua:
sacarlas de España. Traerlas con él, volver a reunir a su familia. Los tres,
para siempre. Aunque fuera lejos, aunque fuera ahí, en ese sitio desconocido
que quizás pudiera albergarlos a ellos juntos.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
«No sueñes Agustín. Para eso hace falta dinero, papeles, trabajo», pensó. Y un día,
el trabajo llegó, en forma de una misiva diciendo que si estaba de acuerdo con
las condiciones que le adjuntaban, podía mudarse cuanto antes a la casa para
convertirse en el chofer de la Señora. Todavía incrédulo de su buena suerte,
juntó sus pertenencias y se comunicó con Juan para que lo llevara. Canceló el
hotel y le agradeció al patrón el dato que le había posibilitado encontrar
trabajo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
Cuando llegó, el ama de llaves volvió a recibirlo y le asignó un cuartito en el
área de servicio. «Vaya, que es mejor que el cuartucho del hotel», pensó
sorprendido. Le dijo que se arreglara, que <st1:personname productid="\lsarpc���� gĈƸ Ƹ ヱꔰポ���� ������� ������ ůĈヱ㛘̩ヱꔰポވ ὸ ���쟐̮�� " w:st="on">la Señora</st1:personname> iba a recibirlo. Se lavó la cara y los
sobacos y se cambió la camisa. Una blanca como la nieve descansaba en el fondo
de la maleta. No sabía como se había salvado del uso y de la suciedad, pero se
alegró de tener algo decente para echarse encima. Se sentó a esperar. Salir del
cuarto le pareció impropio. Además, ¿a dónde iría en semejante tamaño de casa
desconocida? Sería como meterse en un laberinto.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
El ama de llaves le dijo su nombre y que como era soltera debía llamarla
Señorita Elena. Lo condujo hasta una sala a la que llegaron atravesando una
enorme biblioteca, varios pasillos y algunos saloncitos de estar. La Señora esperaba
sentada a una mesa de té, con todas las vituallas imaginables para su deleite.
Agustín se paró frente a ella y la saludó respetuoso. No sabía si era lo
correcto o debía esperar a que ella le hablara. Tampoco sabía que hacer con sus
manos ni con el sudor que empezaba a descender desde su cabeza. <st1:personname productid="la Señora" w:st="on">La Señora</st1:personname> se limitó a echarle
una ojeada, le dijo que <st1:personname productid="la Seorita Elena" w:st="on"><st1:personname productid="la Seorita" w:st="on">la Señorita</st1:personname> Elena</st1:personname>
iba a proveerle de la vestimenta adecuada y que al día siguiente debía llevarla
a una cita con el médico en el pueblo. Que comenzara sus funciones poniendo el
auto en condiciones en lo que quedaba del día.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">–Puede
retirarse –dijo, dando por finalizada la entrevista. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">Agustín
dejó el cuarto con un temblor en las piernas pero contento de haber pasado la
primera prueba. Del otro lado de la puerta, eficiente, aguardaba <st1:personname productid="la Seorita Elena" w:st="on"><st1:personname productid="la Seorita" w:st="on">la Señorita</st1:personname> Elena</st1:personname> que lo guió
hasta el garaje y le indicó por donde llegar a su cuarto sin perderse. También
le dijo que se presentara en la cocina para cenar.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
Pensó que luego tendría tiempo de acostumbrarse y conocer la casa. La casa… si
parecía un castillo por fuera, no era menos por dentro. Enormes arañas
pendiendo de techos altísimos, alfombras que delataban su fino origen. Por
donde mirara grandes cuadros con escenas de caza y muchos óleos, retratos de
antepasados seguramente. Cristales y platería por todos lados, que
permanentemente lustraban y limpiaban tres o cuatro mucamas que debían vivir en
la casa. Los únicos blancos del personal, parecían ser él y <st1:personname productid="la Seorita Elena." w:st="on"><st1:personname productid="la Seorita" w:st="on">la Señorita</st1:personname> Elena.</st1:personname> En su camino
hacia la cochera pudo ver mozos de cuadra, también negros, llevando caballos
por las bridas y a la niña, la hija de la Señora, de unos veinte años que
entraba cabalgando, seguramente volviendo de un paseo. Parecía una reina. No lo
miró. Dejó el animal a los mozos que corrieron presurosos para ayudarla y entró
a la casa. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
Ya en el garaje, puso toda su atención en el coche. Controló que todo estuviera
en orden. Aceite, agua, líquido de frenos. Luego con su mayor ahínco se dedicó
a la limpieza por dentro y afuera, hasta dejar todo reluciente. Todo menos su
camisa blanca que había quedado hecha un asco. Debía encontrar donde lavar su
ropa. El tiempo de la travesía y sus días en el hotel habían acabado con la
pulcritud de sus pocas pertenencias.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
Entro al área de servicio y encontró un gran lavadero, con grandes piletones y
jabón para lavar. Por la ventana pudo ver varias sogas con ropa tendida. Fue
hasta su cuarto, regresó con la ropa sucia y comenzó la tarea. <st1:personname productid="la Seorita Elena" w:st="on"><st1:personname productid="la Seorita" w:st="on">La Señorita</st1:personname> Elena</st1:personname> le trajo el
uniforme.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">–Espero
que le quede –le dijo. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">Él
deseó lo mismo pensando en el día siguiente en que debía llevar a su ama por
primera vez. Ese día se presentó radiante como el sol y con las indicaciones de
<st1:personname productid="la Señora" w:st="on">la Señora</st1:personname> que
no le sacaba la vista de encima, pudo cumplir con su obligación de llevarla a
su cita con el médico, hacer compras, aguardarla. En cada rato de espera
pensaba «No parece mala, sí algo desconfiada. Creo que está conforme y que no
le he caído mal». <br />
–¿La Señora está conforme con mi servicio? –se aventuró a preguntar en el viaje
de regreso. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">–No
soy de hacer alabanzas, pero si no estuviera conforme lo sabría usted de
inmediato –le contestó ella. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">«Vaya
el carácter que tiene», pensó Agustín tragando saliva y no volvió a abrir la
boca.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
Los días transcurrieron con las mismas obligaciones: llevar a <st1:personname productid="la Señora" w:st="on">la Señora</st1:personname>, a la hija, hacer
recados y mantener el auto reluciente que daba gusto. En los ratos de espera,
Agustín aprovechaba para ir hasta el correo a enviarle a María sus noticias.
Cada tanto recibía carta de ella y de su niña.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">–Que
te extrañamos, que estamos bien, que cuándo volveremos a reunirnos.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">«Vaya
uno a saber», pensaba Agustín sin resignación. Eso jamás. Él no perdía la
esperanza. Ya se ingeniaría para llevarlas. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">Un
día se animó a hablar con <st1:personname productid="la Seorita" w:st="on">la
Señora</st1:personname> sobre su María, de lo bien que cocinaba, de que en
Valencia no había otra como ella, de sus paellas que eran famosas. <st1:personname productid="la Señora" w:st="on">La Señora</st1:personname> no dijo nada, pero
quedó pensando en que no le vendría mal tener una cocinera europea que además
de darle categoría, variaría el menú con su cocina diferente. Los banquetes con
que celebraba la compra de alguno de sus caballos no estarían nada mal con el
toque chic de la cocinera europea. Con unas negritas para ayudarla, seguro que
de sus fiestas se hablaría en toda la comarca.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">María
mientras tanto trabajaba en lo que fuera, lavando, almidonando, cocinando y
cosiendo para mantenerse con su hija. El giro que enviaba puntualmente Agustín para
proveerlas era guardado sin tocar ni un duro. Lo ahorraba con la idea de poder
tomar un día el barco con Teresa y reunirse con su marido. Volverían a ser
familia los tres. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
Comenzó por sacar pasaportes y con esa ilusión que la sostenía, esperaba.<br />
Hasta que un día en una carta, Agustín le decía que se prepararan, que <st1:personname productid="la Seorita" w:st="on">la Señora</st1:personname> ayudaría algo con
los pasajes y que ella tendría trabajo al llegar. El sueño empezaba a
convertirse en realidad. Ya no veía la hora de abrazarlo. Como una chiquilla
que acude a su primera cita, María arregló, transformó, reformó viejos vestidos
para su encuentro con Agustín. «Pero si este parece recién salido de la tienda»,
se decía mirando su obra.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
El día que ella y Teresa abordaron el vapor, sintió que <st1:personname productid="la Virgen" w:st="on">la Virgen</st1:personname> de los Desamparados
había hecho el milagro, que había oído sus ruegos y que estaba a su lado. Y esa
noche salió a cubierta y en un rincón a cielo abierto le dio las gracias orando
a Geperudeta. El largo viaje comenzó para ellas. Pero qué diferente era con la
fuerza de la fe y de la esperanza.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
Los brazos de Agustín las abarcaron para siempre no más bajaron a tierra. <st1:personname productid="la Seorita" w:st="on">La Señora</st1:personname> le permitió llevar
el coche para buscarlas. María solo tenía ojos para su marido y le parecía un
sueño estar a su lado. «Tuvimos suerte», pensó. En todo. Desde su liberación
casual hasta haber conseguido los papeles para salir. Por esos días, España
estaba mucho menos dura con los que querían emigrar. Ella y su hija, felices,
se enfrentaban a ese mundo nuevo y recuperaban su familia. María sabía que ella
tenía fuerzas para trabajar por los tres. <st1:personname productid="ProductID" w:st="on">La Señora</st1:personname> dispuso que la habitación que ocupaba
Agustín quedara para Teresa concediendo una habitación con cama matrimonial
para él y su esposa.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
María fue puesta a prueba al día siguiente de llegar. Agustín bajó al pueblo a
comprar los elementos. <st1:personname productid="la Seora" w:st="on">La
Señora</st1:personname> ordenó que preparara una paella. Siempre mandaba que
se hiciera comida de más.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">–¿Y
qué hago con lo que queda? –preguntó María.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">–Pues
se lo da usted a los perros, que también deben comer. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">–¿Te
das cuenta, Agustín? ¿Mi comida a los perros? De ningún modo. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">Y
allá enviaba a su marido con lo que quedaba para las familias del asentamiento.
<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">El
trabajo de María se hacía cada vez más duro. Las fiestas eran más frecuentes con
banquetes que ella preparaba. Esa primera paella con que demostró su habilidad
hizo que <st1:personname productid="la Seora" w:st="on">la Señora</st1:personname>
permitiera que se adueñara de la cocina. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">–¿Qué
le apetece, Señora? –le consultaba.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">–Lo
que usted haga María estará bien –le contestaba ella. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">Había
ganado su confianza al punto de que no solo disponía el menú diario, también
dejó a su cargo la elección de los platillos que hacía servir en sus reuniones.<br />
<!--[if !supportLineBreakNewLine]--><br />
<!--[endif]--><o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">Y
como siempre, la comida sobraba y María tenía muchas bocas que alimentar que
empezaron a depender de ella.<br />
–Agustín, hay que conseguir sobras para los perros, que no dan más de flacos. Ve
y consigue pienso para alimentarlos. No vaya que quieran salir de caza y esos
animales están tan hambreados que no se van a tener en pie.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
Teresa, la hija de trece años de María y Agustín, era la encargada de limpiar
el canil donde estaban los perros. «Ojalá no comieran nada, así no cagarían
tanto», pensaba. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">Otra
de las tareas de Teresa era ayudar a lustrar la platería, repasar la
cristalería y a la noche, cepillar los cabellos de <st1:personname productid="la Seora" w:st="on">la Señora</st1:personname> y su hija. Cincuenta
pasadas de cepillo a cada una. Tareas pesadas para mi madre, con sus pocos
años. No quiere ni hablar de esa época. Mi abuela dice que la pobrecilla se iba
a dormir con los brazos entumecidos.<br />
<!--[if !supportLineBreakNewLine]--><br />
<!--[endif]--><o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">Mi
abuelo era el encargado de llevar la comida que María lograba rescatar. A
veces, servía mínimas porciones a algunas invitadas. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">–¿Pero
no es poco? –le preguntaban las mucamas.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">–Tú
le llevas eso. Como la tía es muy remilgada, verás que no pide más.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
Y así se las arreglaba para aumentar las raciones de sus protegidos. Lo mismo
hacía con los huevos. Juntaba y mandaba. Un día a <st1:personname productid="la Seora" w:st="on">la Señora</st1:personname> se le antojó un
postre a base de huevos. María tuvo que decirle que no había.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">–Porque
las gallinas están viejas o cansadas y es que no ponen como debieran, verá
usted.<br />
–Pues habrá que comprar más gallinas. Encárguese María y que no vuelvan a
faltar los huevos. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">María
repobló el gallinero y tuvo más cantidad de huevos para enviar.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
Agustín se las ingeniaba para trasladar a los enfermos y a las parturientas con
el auto. Y con la comida y los huevos lograron organizar una cadena de manos
que a determinada hora, hiciera llegar todo desde la casa hasta la ladera sin
ser vistos.<br />
<!--[if !supportLineBreakNewLine]--><br />
<!--[endif]--><o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">El
tiempo transcurrió. Mi madre cumplió dieciocho años en el feudo. Mis abuelos
habían alimentado y ayudado en todo lo que pudieron a esos semi esclavos del
asentamiento.<br />
–Viendo como viven, pues yo también soy roja –decía mi abuela.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
La prosperidad de los campos, la cría de caballos, la cosecha de algodón, todo
hizo de la finca de <st1:personname productid="la Seora" w:st="on">la Señora</st1:personname>
uno de los feudos mas ricos de América del Sur. Mis abuelos empezaron a girar
sus ahorros con la idea de comprar una vivienda en Valencia. Los recibía un
hermano de mi abuelo que fue el encargado de comprarles una casa que ampliarían
algún día.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
No sé si fue la nostalgia del destierro, el clima o alguna vieja dolencia. La
cosa que el corazón del abuelo comenzó a dar señales de alarma. Al principio no
hizo caso pero cuando fue al médico supo que su corazón se había gastado antes
de tiempo y no daba para más. Llegó un momento en que se agitaba con el solo
intento de caminar.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">–María,
creo que me voy a morir. No quiero morir acá, lejos de mi tierra. Quiero
regresar a Valencia –le dijo a mi abuela.<br />
–Que no te vas a morir Agustín, pero si tú quieres, nos volvemos. <br />
Y mi abuela puso manos a la obra para organizar el retorno. Lo primero,
escribir a la familia para pedir pasajes o dinero. Eso llevaría su tiempo. Lo
segundo dar aviso a la Señora.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
–Tengo algo que decirle Señora…<br />
–Diga María…<br />
–Pues verá, que mi Agustín se ha puesto malo. En verdad muy enfermo. El dice
que se va a morir y quiere volver a España. De modo que con el permiso de
usted, le aviso que nos iremos en cuanto nos lleguen los pasajes.<br />
La Señora no recibió la noticia de buen grado. Mi abuelo ya no le servía pero
mi abuela se había hecho irreemplazable con su cocina y mi madre con sus
cepilladas nocturnas también. No se dejaba tocar por ninguna de las negritas.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">No
dijo una palabra, pero quedó rumiando su descontento que no tardó en
convertirse en furia. El tiempo que quedaba antes de la partida pasó rápido,
entre despedidas y el trabajo de juntar las pertenencias de cada uno. Teresa,
mi madre, no cabía en sí de la alegría. Era el fin de limpiar mierda, lustrar
platería, cepillar cabellos. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
Los negros de la ladera recibieron con tristeza la noticia. No sólo se quedaban
sin comida, también sin amigos. Los días pasaron y ya tenían fecha de embarque.
Se la dijeron a la Señora.<br />
<!--[if !supportLineBreakNewLine]--><br />
<!--[endif]--><o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">Cuando
llego el día de la partida, ya con el barco en el puerto, la abuela con
nudillos trémulos golpeó la puerta para despedirse de la Señora y para pedirle
un favor.<br />
–Entre…<br />
–Con su permiso Señora, vengo a decirle adiós. Y le prometo escribirle no bien
lleguemos a nuestra tierra. Y quisiera pedirle un último favor. Tenga a bien llamar
a un coche para que nos lleve al puerto.<br />
–¿Un coche? Ni lo sueñe.<br />
–Lo pagaremos nosotros por supuesto, Señora.<br />
–No se trata de dinero.<br />
–¿Y de qué…? También pagaré la llamada. El único teléfono que hay es el suyo.<br />
–Ustedes decidieron irse. Pues arréglense como puedan. Ni teléfono ni nada.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
Mi abuela salió de la habitación con los ojos llorosos y la desesperación marcada
en la cara. Las chiquillas encargadas de los cristales y la platería la
sostuvieron cuando se tambaleó. Y preguntaron y supieron y salieron corriendo
para avisar a los demás lo que ocurría. Después de un rato una de las mujeres vino
a tranquilizar a la abuela.<br />
–No se preocupe, ahora nos toca a nosotros hacer algo por ustedes. Van a llegar
a ese barco…<br />
–Pero Agustín…<br />
–A su esposo lo vamos a llevar nosotros –dijo y se fue.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
María no quedó muy tranquila, pero esperó. La mujer le había dicho que vendrían
a buscarlos en unas dos horas. «¿Llevarlo cómo?», se decía María angustiada. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
Un pequeño grupo silencioso, a hurtadillas, se presentó ante María dos horas
después. Traían un camastro construido con cañas, almohadones y sogas, hecho de
apuro, pero lo suficientemente fuerte como para llevar a Agustín hasta el
puerto.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">María
no podía creer lo que veía. Entre seis lo cargaron con cuidado y los otros se
ocuparon de llevar el equipaje. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
Emprendieron la marcha, descendiendo la montaña a todo correr. Mi abuela y mi
madre apenas podían seguirles el paso. Al llegar al asentamiento, se les
unieron más hombres y mujeres que estaban esperando formando un séquito. Dice
mi abuela que cuando los vieron llegar al barco, creyeron que llegaba por lo
menos un príncipe. Lo llevaron al camarote y lo depositaron en la cucheta. En
la tercera clase del barco no hay mucha comodidad, pero él enseguida se durmió.
<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">Mi
abuela se abrazaba con todos los que habían subido y les decía que conservaría
para siempre el recuerdo de ellos, que tenía algunas fotos, que iba a
extrañarlos, que no los olvidaría jamás, mientras saludaba con gestos de afecto
a los que no se movían del muelle a la espera de que el barco zarpara. Las sirenas
anunciaban la partida, se levaba el ancla, los rezagados corrían por cubierta para
bajarse de la nave que se empezaba mover. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">La
abuela aferrada a la baranda de la popa seguía diciendo adiós con la mano,
hasta que el aire comenzó a poblarse progresivamente con las voces de los
negros que iban sumándose, inundándole el corazón con esa canción de despedida en
una lengua para ella incomprensible. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">–Ve
a ver cómo está tu padre –le ordenó a su hija. Ella no quiso moverse.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
Las voces seguían entonando ese ritual de amor y agradecimiento, mientras
miraban el barco alejarse, rumbo al mar tan enorme. Recién cuando el barco
estaba muy lejos y las voces no se oían, la abuela vio movimiento en el muelle.
Ellos comenzaban a irse también.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
Ese movimiento que divisaba a lo lejos, sería el último recuerdo que guardaría
de esa gente en sus pupilas y en su corazón. María dejó la cubierta para ver a
mi abuelo que dormía tranquilo. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
Otra vez afrontando una larga travesía, esta vez con el agravante de la salud
de Agustín que parecía perder fuerza y lucidez a medida que pasaban los días.
Por fin la llegada, el reencuentro emocionado con la familia y la vida de él
que ya pendía de un hilo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
–¿María, ya estamos en Valencia? –preguntó al día siguiente de la llegada,
abriendo los ojos y con enorme lucidez.<br />
–Sí Agustín, ya estamos. Desde ayer.<br />
Y como si volver a su tierra fuera lo único que necesitaba para irse en paz,
cerró los ojos esta vez para siempre.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
La abuela sobrevivió muchos años. Mi madre se casó con mi padre y yo vine al
mundo a los brazos de esa abuela que me soltó solo a la hora de irse ella
también. Tuve tiempo de disfrutarla, de aprender sus recetas, de ver el
relicario que siempre llevaba al cuello con el retrato del abuelo. De ver las
fotos descoloridas que trajo de Venezuela en las que posaba junto a los negros.
Y de escuchar de su boca esta historia que he tratado de contar.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";"><br />
Cuando la abuela murió, mi madre nos preguntó a mi hermana y a mí que recuerdo
queríamos conservar de ella. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">Yo
conservo su relicario y esta historia.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<i><span style="color: #444444;"><span lang="ES-CO" style="font-family: "Georgia","serif";">Este relato me lo contó mi amiga Isabel Olmos, de
Valencia. Un tramo de la vida de sus abuelos. Es una historia de dolor,
de injusticia, pero sobre todo, de solidaridad. Espero haber podido reflejar en
estas líneas la emoción enorme que tuve yo cuando la escuché</span>.</span><o:p></o:p></i></div>
<br />
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
Lhttp://www.blogger.com/profile/01529180237167858012noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-1082154248025631979.post-52440155931368028142012-10-25T19:57:00.000-03:002013-12-03T14:25:36.239-03:00Viaje<span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;">Y son tantos...</span><br />
<span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">En un desfile constante, los habitantes del subte, mendigos y vendedores, pasan con sus pedidos y ofertas. El ciego que canta mal y toca peor se lleva cinco pesos con los que alguien alivia su conciencia. Alguno vende cintas para el pelo, cartoncitos con el itinerario de las distintas líneas. </span><span style="color: #333333; font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;"><span style="line-height: 18.140625px;">«E</span></span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;">sto puede ser útil</span><span style="background-color: white; font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: 13px; line-height: 19.1875px;">»</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;">, pienso. Con mas o menos suerte, esta corte terrible desfila ante mis ojos.</span><br />
<span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Un muchacho grandote y saludable empuja una silla de ruedas en la que lleva una cabeza con algo del torso. Quedo paralizada. Ni siquiera atino a abrir la cartera. Una señora aconseja a una madre soltera sobre los cuidados del bebé.</span><br />
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">—¿Sos sola? ¿No tenes quien te ayude?</span><br />
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">La chica respira aliviada cuando la mujer llega a destino. Todo en el trayecto hasta la estación Uruguay. </span><br />
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Bajo. En la calle se me cruza una renga pidiendo. </span><span style="color: #333333; font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 18.140625px;">«</span><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Si le doy ¿la ayudo realmente?</span><span style="background-color: white; font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: 13px; line-height: 19.1875px;">», </span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;">me pregunto.</span><br />
<span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Cuando tengo la respuesta, la renga quedó atrás. Las miserias humanas son iguales en el túnel que a la luz del sol. Un hombre con voz ronca, habla sobre las bondades de un cable...</span><br />
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">—¡Para todo tipo de tecnología, mp3 y computadora! —grita.</span><br />
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Al pasar cerca descubro que el cable tiene auriculares. Vendedores de monederos, collares, cinturones. Algunos me resultan conocidos. Una mujer repite como una letanía, </span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;">—¡Para la Barbie... vestiditos y tapados! —el rebusque a la orden del día.</span><br />
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">¡Son tantos! Arrastro mi propia miseria. Voy rumbo a Lavalle. En la esquina de Uruguay y Corrientes, desde una estatua, sentados en un banco, Olmedo y Portales me saludan con sus brazos mancos. </span>Lhttp://www.blogger.com/profile/01529180237167858012noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-1082154248025631979.post-32521029945084708132012-02-12T15:15:00.003-03:002012-02-13T17:26:50.379-03:00Ventana ParpadeanteComo si viniera desde lejos, oyó un nombre que no era el suyo, llamándola. La bruma de su mente se abrió al recuerdo de un bautismo forzado.<br />—A partir de hoy te llamás Jesica y vos Lorena. <br />Abrió los ojos hinchados y llorosos tratando de distinguir el lugar, los objetos, desentrañando una penumbra que estaba partida en dos por un haz de luz que penetraba prepotente desde una ventanita, que puesta como por equivocación, parpadeaba en el muro, casi junto al techo. Cuando pudo acostumbrarse a la oscuridad, vió que al lado suyo había alguien durmiendo. Entonces recordó.<br /><br />El viaje desde su pueblo, la mujer que las recomendó para el trabajo. Los hombres que al principio las trataron bien y que fueron cambiando a medida que la camioneta devoraba los kilómetros, hasta llegar a ese lugar, en el que la mujer que las recibió les dijo sin ningún miramiento:<br />—Acá van a tener casa y comida, pero eso sí, tienen que andar derechas y recordar que el cliente debe quedar satisfecho para querer volver. Allá al fondo tienen el baño. Mis chicas están bien limpitas -dijo mientras se reía- .<br />En un dialogo mudo, las niñas mirándose se dijeron: —Es una trampa, no es un trabajo en una casa de familia. ¿Qué vamos a hacer? María quiso hablar, preguntar:<br />—Está equivocada. La señora nos recomendó para un trabajo de mucamas...<br />Sintió que el ojo le iba a estallar por la cachetada que le cruzó la cara.<br />—No seas imbécil. Ya están acá y el traslado me costó mucho. Además está la ayuda que le dimos a sus familias. Tienen que trabajar para pagar todo eso -dijo la mujer mientras las empujaba por el camino al sótano, que a partir de ahora sería el lugar de su cautiverio-. Sólo podrán salir de acá para atender los clientes o ir al baño.<br /><br />Poco a poco, comenzaron a clarificarse sus recuerdos. Pensó en su madre diciéndole que se cuidara, que esperaba que le tocara una patrona buena, que mandara toda la ayuda que pudiera reunir, que no se olvidara de sus hermanos...<br />El olor a humedad se hizo más intenso y comprendió que la inalcanzable ventanita parpadeante daba a una calle en la que la vida pasaba sin fijarse en ellas, quizá sin saber que estaban ahí. Y de alguna manera era cierto. El parpadeo lo producía la sombra de los caminantes. La calle era muy transitada a juzgar por los ruidos y los bocinazos. Voces y risas se mezclaban en una cotidianeidad que transcurría ajena a ellas. Pero no todos ignoraban su calvario. Los de la comisaria que "cuidaban" el lugar, dando su protección a cambio de una cuota y el uso gratuito de las instalaciones y de las niñas. Los clientes que sabían que allí había carne fresca, nueva y que se renovaba seguido. Los cómplices, piezas fundamentales de este negocio incalificable, conocido como "la trata de personas", que suele ser noticia en los diarios cuando una chica "desaparece" o un cuerpo es hallado en esos episodios sin esclarecer, a los que nos hemos ido acostumbrando...<br /> <br />Esto es en memoria de las que han muerto, de las que están resistiendo, de las que serán esclavizadas, mientras nosotros, los que pasamos por la ventanita parpadeante no hagamos nada... y miremos hacia otra parte.Lhttp://www.blogger.com/profile/01529180237167858012noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-1082154248025631979.post-58382121782666193762011-05-19T20:18:00.002-03:002013-12-03T14:19:55.752-03:00Palabra de café<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Soy solamente un lugar, un espacio, a veces la contención, la saciedad del hambre o de la sed. Soy un testigo silencioso. Un sitio recordado. Escucho todas las historias. En mi se guarecen sentimientos y halla consuelo el que ha quedado solo o está dolido por esa pena que no cesa. Alguien descansa para tomar aliento y seguir. Refugié algunos que la policía corría , muchas veces. Ese que está ahí les abrió la puerta. Tiene memoria de la revolución española. Algunos, como aves migratorias, hacen posta y continúan su vuelo. Esos, por lo general, hablan otros idiomas. Yo prefiero los que vuelven, en un rito que agradezco porque me gusta ver caras conocidas. Sabés, tengo fantasmas, pero no dejo que nadie los vea. Me acompañan cuando todos se han ido. Tengo un archivo de servilletas arrugadas que recogí del piso, con esbozos de poemas, frases, nombres y estas, ¿ves?, estas que atesoro especialmente, estas tienen lágrimas secas.</span><br />
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Todo lo que hubo para decir, se ha dicho acá y por eso se oye ese murmullo, de secretos, permanente. ¿Será de tanto escuchar que me he convertido en adivino? Puedo saber que te pasa, solo con ver tu sombra, o la curva de tu espalda o el agobio de tus hombros. Eso es porque oí hasta lo que no se dijo. ¿Ves aquél? escribe versos que jamás serán leídos. Ese otro, que mira la lluvia a través de la ventana, está recordando un día parecido a este, pero esa vez no estaba solo.</span><br />
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Los fantasmas que más qu</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;">iero, son los de los pibes que en estas mesas hablaban de cambiar el mundo. Alguna señora con pañuelo blanco, les prepara el café de la mañana y los arropa a la noche. Varios estaban en aquellas corridas que te conté, los que escondió "el gallego", ¿te acordás? Esa vez no los agarraron. Después sí, volvieron para quedarse. Todos, a la larga, vuelven. Porque acá esperaron a quien no vino, refugiaron horas de amor de la intemperie y encontraron alguien que le puso la oreja a sus penurias.</span><br />
<span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">¿Y vos que hacés? No te conozco... pero me gustaría... ¿no te tomás un cafecito conmigo? Sentate, podés elegir. Hoy es un día tranquilo, sentate adonde quieras... mirá cuántas mesas vacías...</span>Lhttp://www.blogger.com/profile/01529180237167858012noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-1082154248025631979.post-87237356279419128152011-05-04T20:48:00.004-03:002011-05-05T02:10:03.297-03:00El dilema de BetinaCuando vió que el hombre de mirada huidiza y manos temblorosas no encontraba posición en el sillón en que ella lo invitó a sentarse, pensó:<br />—Debe ser la primera vez —de modo que las primeras palabras, fueron para tratar de romper el hielo y hacerlo entrar en confianza.<br />Evitó cuidadosamente preguntarle por qué había venido. Eso podría ponerlo mas incómodo y mas en guardia de lo que ya estaba.<br />Notó que cada tanto miraba hacia atrás y que tenía una actitud de animal en estado de alerta.<br />—No conozco las reglas —dijo él—. ¿Cómo hay que hacer? ¿Usted me va a preguntar?<br />—No hay reglas, respondió ella. Quiero que esté tranquilo y que sepa que lo que hablemos acá, quedará entre nosotros.<br />—Como cuando uno se confiesa.<br />—Bueno, más o menos así. ¿Usted se confiesa?<br />—Soy un hombre de Dios, siempre cumplo con mis obligaciones —contestó desafiante. Ella anotó en un cuaderno que tenía en las manos.<br />El al notarlo preguntó: —¿Por qué escribe? No estará grabando —dijo molesto.<br />Ella le explicó que había datos, rasgos de su personalidad que debía recordar para poder ayudarlo, para poder armar ese rompecabezas que era su mente, pero que si eso lo incomodaba dejaría de hacerlo.<br />—Está bien, discúlpeme... no sé como... es la primera vez... yo no quería... pero mi mujer insistió.<br />—Su mujer le dijo que viniera.<br />Él asintió.<br />—Ella es quien más me conoce y entiende, la gente no sabe por lo que tiene que pasar uno, a veces. Ella sabe. No por que le contara. Yo no podía hablar, eran mis reglas y las cumplía. Siempre cumplí. Sólo con el cura. Y con mis compañeros. Aunque con ellos jugábamos a las cartas y contábamos chistes. ¿Para qué más? Había que pasar el tiempo de alguna manera mientras esperábamos.<br />De golpe, se abría la puerta, y allí empezaba nuestro trabajo. Anotar los datos, los nombres propios y los de sus amigos y las direcciones. Cuando se negaban venia la parte mas jodida. La orden era que hablaran, que dijeran todo, direcciones, eso era importante, así podríamos agarrar más. Yo siempre cumplí órdenes. Y que los hijos de puta vomitaran todo lo que sabían era lo que teníamos entre ceja y ceja. No me pida detalles. No quiero hablar de eso. Nunca quise. Los métodos, las maneras, yo no inventé nada, sólo ejecutaba. Tenía que conseguir información. A veces, alguno no resistía y cantaba. A veces, alguno no resistía y se callaba para siempre. Pero era por fallas de ellos, el corazón, que se yo. Nosotros tratábamos de no pasar el límite de lo que una persona puede aguantar. Y no por que nos diera lástima, no se confunda, esos hijos de puta se merecían eso y mucho más. Pero que alguno se nos quedara seco significaba un trastorno, y complicaba a los que se tenían que hacer cargo. Era preferible que duraran. A la larga se conseguían mejores resultados.<br />Pero eso quedó atrás. Lo que me pasa ahora es que sudo a la noche. Tengo pesadillas, sabe. Por eso vine, dice mi mujer que un psicólogo me puede ayudar. Yo no estoy seguro. Debe ser alguna cosa en los oídos, por que a veces oigo pasos, voces y no hay nadie. Seguramente, algo en los oídos. Los sueños no... bueno usted sabe como es eso. Dicen que la cabeza nunca descansa. Lo que más me asusta son las cosas que oigo e imagino cuando estoy despierto, es como si...<br />La voz del hombre fue haciéndose cada vez mas lejana e inaudible.<br />—Y veo manos, siento como si me agarraran.<br />Ella ahora solo se escuchaba a sí misma, a su propia voz que desde adentro decía: "Hijo de puta, torturador, ojalá las manos te agarren y te hagan mierda". Sentimientos de odio crecían al punto de hacerla pensar: "Yo te tengo en mis manos ahora. Podría hacerte pagar. Sería justo que pagaras, tengo tu mente... puedo hacer que pagues... puedo"<br />—Su caso excede mis posibilidades. Pero no se preocupe, voy a encontrar la persona que esté capacitada para atenderlo.<br />Ensayo su mejor sonrisa para contrarrestar su asco, y la cara de interrogante sorpresa del hombre. Sostuvo a duras penas la mirada intensa de él. No supo ni sabría jamás, si había entendido. Problemas de conciencia. No. Solo el sonido de sus pasos al alejarse, y esa especie de rumor, como de voces que se iban con él.<br />Abrió la ventana, respiró hondo y cuando la iba a cerrar, se dio cuenta y no lo hizo. No solo ella necesitaba aire. El lugar había quedado enrarecido.Lhttp://www.blogger.com/profile/01529180237167858012noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-1082154248025631979.post-61062959570673407942011-04-12T15:58:00.004-03:002011-05-03T01:37:50.903-03:00El amor tiene cara de mujerTeníamos planeado el viaje con la Negra. La idea surgió de la pena por que su hija viróloga, luego de casarse acá, había ganado una beca y se iba a radicar, junto con su marido en Estados Unidos, mas específicamente en San Francisco, lugar donde mi madre vivía desde hacía algunos años.<br /><br />—Bueno Negra —le dije tratando de levantarle el ánimo— juntemos unos mangos. A lo sumo en un año tenemos la guita para viajar, vos ves a la nena y yo a mi vieja. <br />Esa meta le gustó, y creo que amortiguó el dolor. Su "nido vacío" empezó a llenarse con la esperanza de un viaje, a todas luces maravilloso.<br />—Imaginate Negra, vos y yo en San Francisco... la rompemos.<br /><br />Y con esa ilusión a cuestas, la vida que no se fija en gastos, nos hizo tocar fondo de golpe. Sobre todo a ella, porque se murió. Así, de repente, de un ataque, la Negra se murió. Su hija viajó a Buenos Aires. Nunca me voy a olvidar del círculo de dolor que formaban ella y sus hermanos en el cementerio, abrazados y llorando.<br />La vida, que tiene esa manía de seguir, continuó sin pausa. <br /><br />Mi vieja era una presencia constante en el teléfono. Era adicta y llamaba a sus amigos desde allá como si nada. Un día me encontré con Virgilio Expósito en un concierto de alguien.<br />—Me llamó tu vieja —me dijo—. En casa le dijeron que yo estaba en Colombia. Pidió mi número y me rastreó allá. <br />Yo me reí. Propio de ella. También llamaba siempre a casa de Adolfo Abalos, en Mar del Plata. Adolfo y Nancy eran como hermanos para ella. <br />—Parecés la guía —le decía yo—. Te sabés todos los números de memoria. <br />Cuando hacía algo que quería compartir, llamaba a quien fuera sin problemas. <br />—Gastás fortunas —le reprochaba— pero en el fondo sabía que era su manera de acortar distancias.<br /><br />La idea del viaje, se había ido bajo tierra, junto con la Negra, hasta que un día, mamá me llama y dice:<br />—Te mando el pasaje. Ya arreglé donde vivo para que te pongan una cama. No sale mucho. ¿Cuándo querés viajar?<br />Amigos de allá me ayudaron con el tema de la visa, renové el pasaporte, y en un mes estaba abrazando a mamá en el aeropuerto, llorando de alegría.<br />—¡Mirá, el Golden Gate! Lo viste en tantas películas. ¿No te emociona pasar por acá?<br />Todo era vertiginoso. Hacía años que no la veía y tenía una mezcla de sentimientos en los que la Negra ocupaba con fuerza su espacio, por eso de haberse muerto, y no estar conmigo en ese momento. <br /><br />Luego de la consabida vuelta, almuerzo en un restaurante muy lindo, famoso porque iba Sinatra y ahí se había filmado una película, nos fuimos al hotel. Lo primero que hice al llegar fue llamar a la hija de la Negra. Junto con la mía compartieron jardín de infantes, escuela primaria y con la amistad que me unía a la Negra, sus chicos eran como míos.<br />—¡Sorpresa! Estoy en San Francisco —y ella todavía incrédula me contestó— ¡Qué bueno! ¡Quiero verte! Te pasamos a buscar a la noche.<br />Les di la dirección y vinieron a buscarme ella y el marido. Me llevaron a un lugar tailandés y a mostrarme lo linda que es la bahía de noche. En un momento que nos quedamos a solas, él me dijo:<br />—Alicia está rara. No sé que hacer. Llora... pienso que no ha podido superar la muerte de su madre.<br />—Bueno, puede ser —dije yo— aunque ya pasó mas de un año.<br />—¿Por qué no hablas con ella? Acá estamos solos, tenemos amigos pero no familia y vos sos como una madre para ella.<br />—Por supuesto —le contesté— aunque no quisiera forzarla.<br />—No, no —dijo él—. Mañana venís a casa y yo con un pretexto las dejo solas, para que hablen.<br /><br />Y así fue. Al día siguiente, cuando quedamos solas, a la primera pregunta de cómo estaba, cayo en mis brazos, hecha un mar de lágrimas.<br />—Nunca me pasó una cosa así —decía entre hipadas—.<br />—¿Pero qué te pasa? ¿Andás mal con Alberto?<br />—No. El es un santo y mi mejor amigo —dijo calmándose un poco—. Hay una chica en el laboratorio, me mira, me espera. Y dice que me ama.<br />—¿Y vos que problema te hacés? Decile que no te joda, que no te interesa.<br />—Ese es el problema. Que me interesa. No se que me pasa. Nunca me gustó una mujer, ni siquiera una actriz de cine ¿Estaré loca?<br />—Pero no nena —dije sin saber muy bien de qué se trataba, pero con la seguridad de que el tema requería cuidado. Ella estaba muy asustada, con sentimientos nuevos y raros—.<br />—¿Qué hago?<br />—Lo primero que tenés que hacer, es aceptar que esto está pasando, y no pretender taparlo —dije pensando en el obscuro objeto del deseo—. Tenés que afrontarlo, y descubrir si está en vos.<br />—¿Si está en mi qué? —me preguntó aterrada.<br />Yo no quería herirla. El descubrimiento de sus sentimientos por una mujer a los treinta años era fuerte, sorprendente y atemorizante. Iba en contra de todos los mandatos.<br />—Si está en vos. Si es un sentimiento pasajero o...<br />—Si soy lesbiana.<br />—Sí. Lo peor que podes hacer con esto es taparlo, tenés que indagar en vos, tenés que saber. Ahora estas casada con un hombre. Podrías seguir así y dentro de un tiempo descubrir que esto no era. Me parece lo mas sano, que pongas en claro tus sentimientos. Y sobre todo, si hay algo que afrontar, que lo hagas.<br />—¿Me estás diciendo que pruebe?<br />—Claro. Lo peor que podes hacer, es pretender que no existe. <br />Quedo pensativa un rato, y ya mas calmada dijo:<br />—¿Qué creés que hubiera dicho mamá de esto?<br />—Lo mismo que te digo yo —contesté sin vacilar—. Y lo sé, por que esto que te digo a vos, es lo mismo que le diría a mi hija si estuviera en tu lugar.<br /><br />En mi plan de prueba no figuraba la charla aclaratoria que tuvo con su marido. Ella era muy derecha, así que le contó todo antes de que pasara nada. Y él, con la generosidad del amor verdadero se apartó, dejándola sola, para que pudiera aclarar su panorama.<br /><br />Pasaron como veinte años desde aquel momento. La Negrita, hizo una gran carrera en el campo científico. Su nombre es reconocido, ha sido premiada. En el mundo se conocen sus trabajos. Es uno de mis orgullos. Les dije que era como una hija para mí. <br /><br />Hace años que volvió. No soportó el destierro y además quiso poner al servicio de Argentina su sabiduría, sus descubrimientos, y sobre todo trabajar para su gente. Ahora vive acá. Y con ella vive Jenny, aquella mujer inquietante, que la asustaba tanto, y que es su amor, y su pareja desde entonces, desde hace veinte años. Jenny siempre me dice que por culpa de mis consejos ella vino a parar al tercer mundo. Yo le contesto que no tendremos dólares como allá, pero tenemos amor y la ley del matrimonio igualitario. Primer mundo a mí...Lhttp://www.blogger.com/profile/01529180237167858012noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-1082154248025631979.post-16692866648989347742011-03-27T19:07:00.001-03:002011-05-02T04:09:55.546-03:00Para cuando florezcan los cerezosPor mucho mundo que uno conozca, siempre habrá lugares, paisajes y culturas pendientes. Esto le ocurría a una pareja de amigos míos, que muy acostumbrados a viajar por todas partes, habían pospuesto Oriente, como una especie de corolario, de culminación de su vida errabunda, ávida de conocimiento, historia, gente, ritos y costumbres milenarias, tan diferentes y tan llamativos para recorrer y explorar. Un día cualquiera, se miraron a los ojos, y supieron que era el momento de organizar la partida, esa que les faltaba realizar, de esos mundos que querían visitar desde siempre. <br /><br />Llamaron a una agencia y expusieron su deseo de recorrer parte de Oriente, haciendo hincapié en su interés por Japón, China y Vietnam. Acordaron presupuesto, condiciones e itinerario. El tiempo de viaje estaba distribuido en días recorriendo Japón, con los puntos que ellos habían sugerido como de su gusto, luego vendría China y por fin Vietnam. <br /><br />Corría el mes de febrero y en los últimos días se iniciaría el viaje. Entre los preparativos, documentación, qué ropa llevar, quien cuidaría la casa en la ausencia, a ella le vinieron a la mente los cerezos de Japón, esos que solemos ver en las postales, algunas veces acompañados de una muchacha vestida a la usanza con una sombrillita y pinchos en la cabeza. Pensó entonces, que si iniciaban el recorrido en esa fecha, los cerezos no habrían florecido. <br />—No —dijo para sí—. Yo quiero ver los cerezos en flor. <br />Y ahí no mas, llamo a la agente y le dijo que quería hacer algunos cambios. <br />—Pero ya están hechas las reservas —se atajó la organizadora. <br />—Los cerezos en Japón florecen en abril, de modo que no lo quiero como primer punto Haga el favor de cambiar el itinerario —insistió. <br />Y por aquello de que el cliente siempre tiene razón junto con su obstinación, el cambio se realizó. Cuando se lo comentó, el marido asombrado, le preguntó los motivos.<br />—Es que los cerezos en Japón florecen en abril y yo quiero verlos florecidos. <br />Él no se opuso. Ver Japón como en las fotografías más bellas no le pareció mala idea. <br /><br />Llegaron a Vietnam que con el cambio se había convertido en el primer país del itinerario. A los pocos días estalló la tragedia. Terremoto, tsunami, radiactividad, noticias terribles, miles de muertos, heridos, desaparecidos, réplicas que mandaba la tierra amenazante y despiadada. La situación en Vietnam era mantener las puertas y las ventanas cerradas. El viaje soñado se había convertido en un infierno del que les costó salir. <br /><br />La operación retorno no fue fácil. Los aviones habían colapsado su capacidad, así que haciendo malabares de vuelos a distintos destinos, luego de 48 horas en el aire, consiguieron aterrizar en Buenos Aires. Los hijos y los nietos los esperaban ansiosos. El miedo de saberlos en peligro se disipó cuando los tuvieron delante. —Estoy muy contenta de abrazarlos —dijo ella—. Fue una odisea llegar. Por un momento creí que no lo íbamos a lograr. <br />Salieron de Ezeiza y en el camino de regreso ella habló con tristeza de la tragedia y dijo con melancolía, como para sí, <br />—No pude ver los cerezos florecidos en abril. <br />—Los cerezos les salvaron la vida —dijo la nieta. <br />—¿Cómo? <br />—Claro. El primer punto del viaje era Japón ¿No te acordás? Vos lo hiciste cambiar porque querías ver los cerezos florecidos. <br />Se hizo un silencio denso y respetuoso dentro del coche. Como un agradecimiento a la vida que nadie pronunció, pero que todos compartieron. Las palabras de la niña habían descubierto algo que, por la premura, y el miedo, ninguno había pensado ¡El cambio de itinerario! <br />—Voy a hacer un lugar en el jardín —dijo ella, con lágrimas en los ojos—. Voy a plantar un cerezo.Lhttp://www.blogger.com/profile/01529180237167858012noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-1082154248025631979.post-49057180223830113282011-01-03T13:20:00.002-03:002011-05-02T04:12:25.974-03:00Un asunto raro, eso del amorSolíamos vernos bastante seguido. A pesar de no tener muchas cosas en común, nos unía el placer de la buena mesa, y la simplicidad de las charlas referidas al campo. La gente de campo, la vida en el campo, la siembra, la cosecha, la lluvia, la sequía, la soledad. Ella no compartía del todo este amor, pero acompañaba a su marido -bastante mayor- en algunos viajes por negocios o placer o como la vez que fueron a comprobar el desastre de las inundaciones que dejaron las tierras anegadas e inservibles para siempre. <br /><br />Compartían un departamento chico pero confortable cuando el venía a la ciudad. El resto, ella en su empleo, él viajando. No era lo que se dice un matrimonio de tiempo completo. Las ausencias de él eran frecuentes y las infidelidades de ella, también. Era un amor raro, por lo menos, eso nos parecía.<br />Muy unidos, atentos a las necesidades del otro y si no fuera por las escapadas de ella, podría decirse que eran una pareja perfecta.<br />Él la amaba sin reservas, a todas luces se veía. Ella a su modo, creo que también. Eso lo comprobamos después. Pasaron los años y la vida en común signada por la rutina. El se refería a su ex mujer como "mi socia". Nunca supe si realmente tenían un negocio en común, o solo era su manera de nombrarla.<br /><br />Ella me hacía partícipe de sus aventuras y al principio yo sentía en estas confidencias algo de resquemor. Después, se convirtieron en parte de la cosa. Ahí comencé a pensar que él lo sabía y que miraba para otro lado por que no quería perderla. La había conocido siendo ella muy joven y él casado y con hijos, la instaló en la ciudad, en el departamento que visitaba a escondidas al principio y que legalizó cuando se separó; mudándose con ella la llamaba "su mujer" ya sin tapujos. Ella era muy hermosa, una rubia muy alta y atractiva y mientras él envejecía, ella alcanzaba la plenitud de su belleza.<br />De alguna manera, en el fondo de nuestros pensamientos, albergábamos la sucia idea de que a ella la movía el interés para estar a su lado, manteniendo esta relación tan despareja y sostenida por sus visitas a camas ajenas para matizar la rutina.<br />Yo me mudé, y por esas inexplicables bifurcaciones, transitando otros rumbos, dejé de verlos. Pasaron mas años y un día encontre a alguien que los conocia. Pregunté por ellos.<br /><br />—¿Cómo? ¿No te enteraste? El la dejó... después de tantos años... ¿Quién iba a decir, no?<br />—¿A decir qué? —alcancé a preguntar.<br />—Que el que la iba a dejar fuera él, que ya ronda los 95 si es que está vivo.<br />—¿Y ella? ¿La viste? ¿Cómo está?<br />—¿Ella? Parece una anciana. No sabés la depresión que tuvo cuando él la dejó... hijo de puta. La última vez que la ví, juré no volver. Me hizo mierda.<br /><br />Nos despedimos. Cuando quedé sola entendí la magnitud del amor mutuo. El de ella que no pudo soportar el abandono y el de él, que como un elefante viejo, que sabe que va a morir, se apartó de la manada, se retiró a esperar, y sobre todo , se alejó de ella, para no molestarla.Lhttp://www.blogger.com/profile/01529180237167858012noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-1082154248025631979.post-56872201048734474822010-12-09T16:08:00.003-03:002010-12-09T21:11:26.942-03:00Berretín de cantores<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://4.bp.blogspot.com/_AGBmf2jssko/TQEqB_w1rQI/AAAAAAAAAAM/JlPTKBN4L9A/s1600/despegapaula.jpeg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 263px; height: 320px;" src="http://4.bp.blogspot.com/_AGBmf2jssko/TQEqB_w1rQI/AAAAAAAAAAM/JlPTKBN4L9A/s320/despegapaula.jpeg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5548762429681675522" /></a><br />Saliendo del ostracismo que en mi caso se limita a cantar algunos tangos en mi casa, les comunico a mis amigos de esta patriada que es el blog, que el sábado 11 de diciembre a las 22hs en El Galpón Multiespacio (Dean Funes 1267, Capital Federal), me voy a trenzar con mi sobrino Juani en una juntada de música a la que estan todos invitados. A los que conozco para volver a verlos y a los que no para que compartamos por primera vez. <br /><br />Ojalá puedan venir. <br /><br />Un abrazo.<br /><br />LucíaLhttp://www.blogger.com/profile/01529180237167858012noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-1082154248025631979.post-34984221230096965582010-11-16T11:02:00.000-03:002013-12-03T14:21:26.890-03:00Manos— A ver, una chata para la cama 3.<br />
—Yo no puedo en chata.<br />
—¡Vas a tener que poder!<br />
No pude. Y eso que de que pudiera dependía que me dieran de comer. Así que seguí con mi dieta de agua.<br />
<br />
Miro alrededor. El recinto en que funciona terapia intensiva pide a gritos un lavado de paredes y de las cortinas que intentan dar privacidad a las camas. Los enfermeros corren como locos cumpliendo a rajatabla sus horarios de dar medicinas, sacar sangre, torturarte con un baño en la cama, tomarte la presión, la temperatura, casi siempre en el momento en que conseguiste dormitar un poco. En fin, son algunas de las prácticas que forman parte del post-operatorio. <br />
¿Y cómo llegue aquí? En un abrir y cerrar de tijeras, cucharas escalpelo, algo de sangre y la habilidad del cirujano para sacar lo que había que sacar. Pero antes, tomografías, análisis, interconsultas con resultados fuleros y atemorizantes. Total, hay que operar.<br />
—Bueno —pensé. No deja de ser una chance. <br />
<br />
Todo largo, salpicado de miedo ineludible, con cautela de mi médico, que al plantear sus dudas, me reafirmaba la certeza de estar en buenas manos. He visto a doctores meter la pata y equivocarse por creer que "yo lo se todo". Este no, todo lo contrario. Se llama Dr.Grimaldi. Es el jefe y tiene la humildad de decir "tengo una duda".<br />
<br />
Otro caso maravilloso. Suena el teléfono en casa.<br />
—¿Hola?<br />
—¿Hola, la Sra. Lucía? Habla el Dr. Pelufo.<br />
—Soy yo —dije.<br />
—La llamo para darle las instrucciones de la rutina para el análisis que se tiene que hacer.<br />
Y ahí me largó las indicaciones de lo que podía hacer y no hacer en las 48hs previas. Me llamó la atención que el Jefe de Patología me llamara personalmente y se lo dije.<br />
—Que raro que me habla usted, por lo general estas cosas suelen darlas anotadas en un papel las secretarias.<br />
—Lo que pasa señora es que a mí me gusta tener contacto personal con los pacientes.<br />
Me dejó helada. En este mundo en que el enfermo es sólo un número de cama o de historia clínica.<br />
—Tengo miedo... mucho miedo.<br />
Y ese fue el comienzo de algunas charlas que se convirtieron en un bálsamo para mi ánimo en baja y mis nervios en alza. <br />
<br />
Y acá estoy, haciendo algunas comprobaciones, y algunas reflexiones. Por ejemplo: algunas enfermeras son unas turras (ojo digo "algunas"). La vocación de servicio requerida para estas profesiones no es la de limpiar culos sino la de aliviar el dolor ajeno, y si no sentís eso, mejor que hagas un curso de ikebana. <br />
<br />
Entran dos enfermeros. Cambio de guardia. Tienen toda la noche por delante. Hay que pasarla. Uno también tiene que pasarla pero desde el dolor parece todo mas lento.<br />
—Hola querida... sí, me di cuenta... ¿Pero qué querés? Yo hago todo lo posible.<br />
—(Pausa, respuesta del otro lado) <br />
—Si... si... pero si. Entiendo lo que querés decir y en eso te doy la razón.<br />
—(respuesta otra vez) <br />
—¡Pero si vos sabés que yo salgo del trabajo y voy a verte!<br />
—(Respuesta con reproche) <br />
—Yo entiendo que no te alcanza. ¿Pero qué querés que haga?<br />
—(Más pausa y reproche)<br />
—Quiere decir que vos querés más ¡Que lo que yo te doy no te basta! ¿Y que por eso me vas a dejar? <br />
Mientras esta conversación se llevaba a cabo, seis dolientes camas esperaban curaciones, medicamentos que aliviaran el dolor. Luego de una hora aproximadamente, inició su rutina, que era interrumpida por los llamados (Marta se llamaba) que no había quedado del todo conforme.<br />
—Mas tarde te llamo —le dijo él. <br />
La cosa va a seguir, me dije y no me equivoqué. <br />
<br />
Al día siguiente me anunciaron: "En un rato te pasamos a una pieza común". Se concretó seis horas después.<br />
El tiempo acá es muy relativo. Me transportó un enfermero, le dije que iría al baño antes de acostarme, cuando salí se había ido y yo sola con el palo con los sueros que se habían enredado me las arreglé como pude y me metí en la cama. Mi compañera de cuarto, una joven encantadora con un marido la mar de simpático. <br />
<br />
Este es a grandes rasgos mi paso por el sanatorio, nosocomio, clínica, centro médico y vaya a saber de cuantas maneras mas puedo nombrarlo. Acá, en un momento me sentí Frida Kahlo, porque me sabía un rompecabezas que debía ser rearmado. Pienso en el dolor en soledad. Ese no lo sentí. Ese debe ser terrible. Yo tuve a mis afectos muy cerca. La cosa es distinta con los seres queridos al lado. Todos los que vinieron, los que llamaron, los que estan lejos, los amigos virtuales que me mandaron sus buenos deseos. Fernando, llamando desde París, para decirme que en verano viene a cantarme bossa nova (es un groso cantando).<br />
<br />
Tanta demostración de afecto hace las veces de muralla en la que se estrella el dolor. Tuve una imagen que quisiera poder dibujar con palabras: Una niña, era yo niña tratando de cruzar un puente. Alrededor todo estaba oscuro, sólo se veía a la niña y el puente. Y con claridad infinita se veían las sogas de las cuales había que sostenerse para cruzar. Y las sogas eran manos, nudillos que uno al lado de otro formaban la baranda para agarrarse. Gracias a los dueños de esas manos. Por ellos pude llegar al otro lado.Lhttp://www.blogger.com/profile/01529180237167858012noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-1082154248025631979.post-31209084919548025112010-11-07T12:18:00.000-03:002010-11-07T12:20:07.568-03:00Los pájaros quietosComo los pájaros ciegos de José Portogalo<br />habitantes inmóviles, de este árbol desnudo<br />misteriosos y pétreos, haciendo posta, quietos<br />parecen la paciencia de este mundo expectante.<br /> <br />Toman sabia distancia de nosotros, y planean quizás<br />las mas bellas migraciones<br />hacia algún monte que aún no se ha talado,<br />hacia algún río que conserva el agua pura.<br /> <br />Hacia algun lugar inexistente,<br />donde un linar se junta con el cielo...<br />Y el viento les acerca una bandada de nidos.Lhttp://www.blogger.com/profile/01529180237167858012noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1082154248025631979.post-59132048598662925372010-09-26T13:17:00.005-03:002010-09-26T19:56:58.139-03:00Jorge Luis Borges & Lois BlueLa calle Florida era un paseo obligado para Borges allá por los años 60. Solía vérselo acompañado de su secretario, quien haciendo las veces de lazarillo, ponía sus ojos a disposición del maestro para relatarle lo que sucedía alrededor. Uno de esos días en los que Don Jorge Luis deambulaba por ahí, fui testigo de una rutina que desconocida por mí, venía sucediendo cada vez que mi mamá, cantante de jazz, se encontraba con el escritor, amante del jazz. Ella lo vio venir, se le acercó, lo saludó, y comenzó a cantar a voz en cuello <em>'St. James Infirmary'</em>, un hermoso y antiguo blues. Yo estaba avergonzada y no sabía donde meterme, pero el beneplácito acompañado de sonrisa y atención por parte del destinatario de esta función callejera me tranquilizaron y escuché yo también. La gente pasaba sin prestar mucha atención al episodio, salvo alguno que otro que miraba con asombro. Finalizada la canción, mi mamá fue premiada con agradecimientos y cumplidos. En cuanto nos quedamos solas le pregunté:<br />—¿Qué fue eso? ¿Estás loca? ¿En plena calle?<br />—Ah eso... siempre que nos encontramos se la canto, es la que mas le gusta —me contestó, como si fuera la cosa mas natural del mundo.<br /> <br />Ahí me enteré que mi vieja conocía a Borges, que él la conocía a ella y que entre los dos se cumplía este rito en cada encuentro. Creo que a raíz de esta rutina fue que a mamá se le ocurrió una idea: hacer en televisión un programa titulado "La canción que le gusta a los famosos". La cosa consistía en invitar a un personaje relevante, entrevistarlo y homenajearlo cantándole su tema preferido. La idea no era mala, pero no cuajó. Recuerdo que se la presentó a bastante gente, hasta que un día la contrataron para hacer un micro en el medio de un programa diario. El productor era Pedro Muchnik, creador de 'Buenas tardes, mucho gusto', dedicado a labores femeninas, desde donde Doña Petrona C. de Gandulfo enseñaba sus legendarias recetas, convirtiéndose en la pionera de la cocina televisada. <br />En el programa se dictaban clases de tejido, decoración, bordado, consejos de todo tipo para el cuidado del hogar y la salud de los niños. Precursor de Utilísima y de todos los que vinieron después con esos contenidos. Ahí, en el medio de costureras que enseñaban a cortar con moldes, bordadoras con bastidores, tejedoras y Doña Petrona entre cacerolas y sartenes, se empezó a trasmitir el micro de mamá. No recuerdo cuantos programas hizo. Uno de sus invitados fue Piazzolla, no sé que otros hubo. Pero del que si tengo registro es el que motiva esta historia. <br /> <br />—¿Cuánto jugamos a que no viene? —dijo alguien un rato antes de comenzar el programa que en esos tiempos se trasmitía en vivo.<br />—Y bueno, si no viene suspendemos el micro y listo —dijo el director.<br /> <br />Mamá no participaba de esta impaciencia. Tengo su imagen sentada al piano esperando su turno, mientras a su alrededor discurría la función que había comenzado, con el habitual movimiento de cocinera, profesora de corte y confección, y que vamos a una tanda, y corte comercial -cartones de anuncios y locutores en vivo- como todas las tardes. De repente luz roja, estamos en el aire. La enorme puerta se abrió, entró el muchacho de anteojos y detrás suyo, silencioso y con paso trémulo, Jorge Luis Borges. Un asistente los guió hasta el rincón en el que mamá y el piano aguardaban. La cara de sorpresa de todos los que estaban en el estudio fue indescriptible.<br /> <br />Llegó, saludó y se sentó en la silla que tenía destinada. Quedó esperando. Cuando llegó el momento, mi vieja, canchera en estas lides, lo presentó, le hizo algunas preguntas a modo de preámbulo y alli no mas anunció que iba a cantar la canción preferida de su invitado: <em>'St. James Infirmary'</em>. Arrancó con toda su polenta junto a un Borges que seguía el ritmo con el bastón entre sus manos y los ojos entrecerrados. Yo no sé si ella tuvo consciencia del logro que fue llevar a una persona como Borges, a un programa como ese, en aquella época en que las cosas ocupaban lugares rígidos y no se mezclaban entre sí. Confieso que yo también dudé que viniera. Pero vino, escuchó su canción, agradeció, sencillo y afectuoso y nos retiramos cuando hubo un corte y oportunidad para salir del estudio de Canal 13. Creo que no hay registro de esto, lástima, que en esas épocas no se grabara tanto como ahora.<br /> Pero a lo mejor, algún memorioso habrá por ahí que conserve el asombro de haber visto el día en que Jorge Luis Borges anduvo entre sartenes y cucharones, escuchando blues en 'Buenas tardes, mucho gusto'...Lhttp://www.blogger.com/profile/01529180237167858012noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-1082154248025631979.post-1441322465921504802010-09-05T14:36:00.000-03:002010-09-05T14:40:07.073-03:00Zamba para La Dora*La zamba es como un camino<br />que se acorta paso a paso<br />con esa mirada larga<br />de los que ya van llegando<br />plena de voces remotas<br />que vienen de ni se cuando.<br /> <br />Tiene perfume y colores<br />prestados por el naranjo<br />la antigüedad de los cerros<br />y la ternura de un chango<br />por eso es rito y conjuro<br />de los que la están bailando.<br /> <br />La mano de una baguala<br />la acarició<br />y la voz de la vidala<br />la enamoró.<br /> <br />Como un abrazo que el tiempo<br />anduviera retrasando<br />como ese viejo secreto<br />de los que se están amando<br />él la llama con los ojos<br />ella le anuda los lazos.<br /> <br />Sobre la tierra han quedado<br />huellas redondas de pasos<br />la pena que sintió el viento<br />cuando ha debido borrarlos<br />porque le duele el silencio<br />porque la zamba ha callado.<br /><br />* La mejor bailarina de zamba que he vistoLhttp://www.blogger.com/profile/01529180237167858012noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-1082154248025631979.post-77565943350554986882010-08-21T21:06:00.003-03:002010-08-22T03:22:07.276-03:00Corrientes y ParanáCuantas noches en cafés interminables, proyectando puestas de escena de obras de teatro, giros en la historia de nuestras propias vidas y en la del país que nos parecía que ibamos a cambiar con la fuerza de nuestra juventud.<br />Cuánto tiempo por delante teníamos todos, para perder, pasar, ganar, o vaya uno a saber que, en esas charlas en que la amistad se reunía, se demoraba, se acompañaba, se nutría, se alentaba y se quedaba junta el mayor tiempo posible, en ese lugar, ese boliche que cerraba a altas horas y que era el mejor sitio y el único donde cobijarla.<br /><br />El mundo que nos rodeaba era rico en personajes de la noche. El vendedor de biblias del que se decía que era un espía... "Cuidado con él", decían, ¡lo mandan a tirarte la lengua!. El lustrabotas de la confitería Paulista de Corrientes y Paraná, que enamorado de la Gorda Beba había escrito una obra titulada "Beba, la trapecista". Solo su amor y su loca fantasía pudieron imaginar a la Gorda arriba de un trapecio. Veíamos pasar al Mono Gatica, ya enfermo y final que nos saludaba desde la calle y nosotros" ¡Chau Monito!". Julio Sosa caminando por Corrientes con toda la pinta de "varón del tango". Los famosos, los ignotos. Todos los que veíamos tenían "algo" para nosotros. Los menesterosos, los pordioseros, nos parecían personajes maravillosos y nos preguntábamos ¿Donde vivirán? ¿Adónde recalarán despues de caminar por esta calle? ¿Cuál será su destino?. Una vez alguien dijo "Che, a lo mejor alguno de estos que andan pidiendo son como Arturo de Córdoba en esa pelicula que hacía de mendigo, que pedía en la puerta de la iglesia y que era millonario"<br />—"Dios se lo pague" se llama la película —dije.<br /><br />Pero no. Estos no eran de mentira... eran de verdad.<br />El Negro Paulino, la Gorda Beba, Ricardo, Juancito... todos se fueron a cumplir con su destino.<br />A través de esta ventana imaginaria los veo, cambiando vaya a saber que mundos, ensayando algún grotesco, o alguna obra de Chejov (atrevidos).<br />Mi memoria los conserva intactos y jóvenes, lúcidos y talentosos, luchadores y sobrevivientes, reunidos para siempre en el café de la amistad, que era como un refugio y el mejor sitio del mundo, en esta mesa que tampoco existe pero a la que ahora, en este momento, estoy sentada... sola.Lhttp://www.blogger.com/profile/01529180237167858012noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-1082154248025631979.post-46305558591389251862010-08-15T13:00:00.002-03:002013-12-03T14:32:11.198-03:00Hay que seguir<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Yo estaba hablando por teléfono. Él escuchaba el relato de mis calamidades, entre la que se encontraba el lavarropas que en ese momento estaba arreglando, la bomba y esas cosas inoportunas que suelen romperse en estas máquinas endemoniadas.</span><br />
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">—Hay que seguir —me dijo desde el piso, mientras trabajaba. </span><br />
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Yo pensaba en esas palabras que se dicen de compromiso, para llenar un vacío, para decir algo. Luego supe que "hay que seguir" nunca tuvo ni tendría mas sentido para mí que en ese momento. </span><br />
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Seguimos charlando, de las adicciones, del daño que hace el cigarrillo, me contó que había dejado de fumar, pero que su mujer no. </span><br />
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">—Decile que pare —le dije. Que no sea tonta, que pare —y esas cosas que se dicen y que no le sirven a nadie, como los libros de autoayuda.</span><br />
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Hablamos del trabajo, de lo difícil que se hace mantener la casa y él cada tanto repetía como para si "hay que seguir". Y si, pensaba yo. Que otra te queda. </span><br />
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Me contó de un amigo suyo recién operado de unas cuantas cosas producto de adicciones varias mientras repetía "hay que seguir" en tanto ponía a prueba el bendito lavarropas que a esta altura había hecho funcionar.</span><br />
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">—Y si... hay que seguir —dijo mientras hacía la boleta para que le firmara el conforme. </span><br />
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Y de pronto, mirándome con la hondura del recuerdo doloroso, con la profundidad de la distancia, con la sabiduría del que ha visto el infierno y sabe de lo que habla dijo:</span><br />
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">—Hay que seguir. A mí me ayudó la terapia de grupo y sobre todo lo único que me quedó de ese día, mi hijo Facundo. Ahora tiene 16 años. Tenía 4 cuando ocurrió el accidente —él se salvó porque salió disparado por el parabrisas—. Mi mujer embarazada y mi hijita murieron. Fue volviendo de Miramar. Yo iba manejando. A mí me pusieron en una bolsa creyendo que estaba muerto. La abrieron cuando vieron que me movía. A veces pienso en el amor. Estoy casado, pude criar a mi hijo. Quiero a mi mujer. Pero hay cosas que no se olvidan. Igual... hay que seguir. ¡En el grupo de terapia vi cada cosa! Siempre hay alguien peor que uno.</span><br />
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="background-color: white; color: #444444; line-height: 16px;">«</span>¿Qué puede ser peor que esto?<span style="background-color: white; color: #444444; line-height: 16px;">»,</span> pensé. Él continuó.</span><br />
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">—Había una señora que contó que le tocaron el timbre para decirle que su hijo había muerto, su marido cuando escuchó eso, cayó fulminado por un infarto. Pero sabe, ella estaba peor que yo, porque tenía 60 años y se había quedado sola de golpe. A mí me quedaba un hijo, y la vida por delante... y como había que seguir...</span><br />
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="background-color: white; color: #444444; line-height: 16px;">«</span>Tenés razón, Gustavo<span style="background-color: white; color: #444444; line-height: 16px;">»</span> pensaba mientras te despedía. Hay que seguir. Nunca voy a dejar de ver tu sonrisa franca y tus ojos profundos, que a pesar de haber visto el horror tan de cerca me miraron esta tarde con ternura diciendo <span style="background-color: white; color: #444444; line-height: 16px;">«</span>Hay que seguir<span style="background-color: white; color: #444444; line-height: 16px;">»</span>.</span>Lhttp://www.blogger.com/profile/01529180237167858012noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-1082154248025631979.post-88766029857680785762010-08-09T11:10:00.001-03:002010-08-09T11:10:59.966-03:00Cara o cecaLa mujer se sentó. Acomodó sobre la mesa una carpeta llena de papeles, una agenda y sacó de la cartera un atado de cigarrillos. Pidió un café y encendió uno mientras esperaba.<br />La miraba desde adentro de la confitería. Ella estaba adonde yo me hubiera sentado antes, en el lugar con mesas en la calle en el que se puede fumar. Tuve envidia. Todavía sufro el síndrome de abstinencia. Estaba sentada en diagonal, en un punto exacto desde donde la veía, pero ella a mi no, un poco por el sol que le daba de lleno, cegándola, y además porque se entretenía acomodando, sacando, ordenando papeles, mientras hablaba sola. Parecía una actriz repasando letra. Pense que tendría un teléfono, de esos que tienen un micrófono en alguna parte, que no se ven, pero no, hablaba sola nomás. Al rato sacó un celular, marcó, supongo que le contestaron, corto y siguió gesticulando y sonriendo por momentos, como respuestas a un interlocutor imaginario.<br />Cuando le trajeron el café, retuvo a la moza mas de lo necesario. Le hacía preguntas que la chica contestaba con aparente cortesía, pero con ganas de irse (tenía otras mesas que atender). ¿Que será lo que le dice? Enseguida empecé a pensarla en su casa. Debe tener un gato, me dije, y le debe hablar. No se por qué se me ocurrió que vivía sola, en un departamento chiquito, inundado de papeles. A lo mejor es escritora, si no por qué iba a tener tantos papeles. También podría ser contadora o abogada. Además ¿De dónde sacaba yo que vivía sola y entre papeles?<br />Supongo que de mi manía de querer saber que hay detras de todo lo que veo, incluyendo a las personas. Me vino a la memoria el tango Viejo Dicepolín "sobre el mármol helado, migas de medialunas y una mujer absurda que come en un rincón" ¡Acá esta! ¡Esta es la mujer absurda!<br />¿Y por qué? ¿Por qué habla sola? ¿Por qué está sola? Como se yo que no espera a alguien y quien me manda andar imaginando tanto...<br />¿Y cómo se que la que revuelve papeles, habla sola, vive con un gato y toma café es ella y no soy yo?<br />Cómo se que no es ella la que me mira a través del vidrio y se pregunta todas estas cosas....<br />Cómo saberlo... si en este momento me veo con el cigarrillo entre los dedos, sentada en la vereda para fumadores, con el pocillo de café por la mitad, mis papeles de los análisis embarullados y tratando de acomodarlos por fecha, apurada porque tengo que volver a casa para dar de comer al gato y esa mujer que no me saca los ojos de encima y me pone nerviosa. Desde que llegué que me mira. ¿Estará loca?Lhttp://www.blogger.com/profile/01529180237167858012noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-1082154248025631979.post-7908223386459752422010-08-03T00:49:00.001-03:002010-08-03T00:51:16.876-03:00La guarida del tiempoEn la guarida del tiempo<br />se cocinan los destinos,<br />el amor baraja cartas<br />"contra flor" canta el olvido.<br /> <br />La rutina coquetea<br />con el asombro y la magia<br />y el dolor, borda en silencio,<br />penas para una muchacha.<br /> <br />Si pudiéramos entrar<br />en la guarida del tiempo,<br />podríamos cocinar<br />cambiando los condimentos.<br /> <br />La alegría tendría en jaque<br />a la muerte y al destierro,<br />todos los vinos del mundo<br />celebrarían por ello.<br /> <br />Una pizca de ternura,<br />unas hojas de esperanza,<br />aroma de albahaca fresca<br />inundándonos el alma.<br /> <br />Si pudiéramos entrar... en la guarida del tiempo.Lhttp://www.blogger.com/profile/01529180237167858012noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1082154248025631979.post-71592898468256105802010-07-26T23:26:00.003-03:002010-07-27T00:24:54.805-03:00A la muerte de la Gorda Beba¿Y los personajes que habitaban en mí?<br />¿Adónde van a parar las cosas que dejamos inconclusas?<br />¿Dónde esta, Gorda, esa obra de teatro que ensayábamos cuando te moriste?<br />¿Dónde estamos nosotros los de entonces, los que soñábamos, los que hacíamos, los que nos equivocábamos, los que estábamos vivos, los que nos moríamos de amor, los que estábamos locos, nosotros los justos, nosotros los mediocres, nosotros semi-dioses, nosotros los que luchábamos, nosotros los entregados, los poderosos, los desvalidos, los temidos, los vapuleados, los que vibrábamos, los insensibles, los que amábamos a las prostitutas, a los integrantes del circo, a los cafés interminables, a los seres humanos, a los marginados, a la lluvia y la ginebra, a los cigarrillos negros, a la loca que recitaba a García Lorca, al sol del verano y los amaneceres al cuete?<br />¿Qué fue de Colibrí y Payasín y de los gatos y del sueño de hacer Otelo, y del poema de Tejada compartido, de los vidrios rotos de la calle Güemes y de la cajita de música que tanto te gustaba, y el barrio de Chingolo y de tus perros Rabochi y Bisagra y las fiestas del partido con empanadas y vino y la flaca Carlota que ahora es gorda, y Roberto Arlt y Chejov en mezcla irreverente, con un toque de autoría personal, muy nuestra, como si pudieramos figurar al lado de ellos.<br /><br />La función debe continuar y continúa Gorda, aunque ya no están todos los personajes. Aunque no estás vos, ni Ricardo, ni Juan, y que sera de Paulino y del asombro con los cacharros de café para vender, entrando por primera vez en un teatro. Y del miedo de la noche del estreno y la alegría del aplauso y vos que no te sabías la letra y yo que me enchinchaba. <br />Y dónde van los personajes que un día te habitan, o en que lugar se pierden, o se esfuman, o dejan de ser, o se convierten en otros, o se cansan y mueren.<br />Y dónde estas vos, o te quedaste en los ojos de tu hijo o en la cómica carota de Daniela que se te parece tanto con esos pelos enrulados y esa ternura suelta.<br />Porque la vida sigue cantando sin importarle que estemos o que nos hayamos ido un día impreciso que ya ni recuerdo.<br />Fue en verano o en invierno... a lo mejor primavera. Fue. Fue como lo inevitable. Fue.<br />Y yo me quedé preguntando ¿Por qué? ¿Adónde? ¿Cómo?...<br />Y quisiera que me vieras ahora. ¿Me reconocerías? O tal vez te parecería una extraña... ¿Podrías hablarme sin palabras como antes o tendría que explicarte las cosas?<br /><br />Yo se que las respuestas las encontraste ese día en que te quedaste definitivamente sola.Lhttp://www.blogger.com/profile/01529180237167858012noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-1082154248025631979.post-6276292405546730662010-07-19T14:28:00.004-03:002010-07-23T18:33:34.589-03:00Para cuando Palermo era sólo PalermoViejo Palermo yo no estoy seco ni enfermo<br />por eso he vuelto y te quiero preguntar<br />como pasó que se piantaron los balcones<br />trepando a un cielo de cemento que mostras.<br /> <br />Si la memoria no me falla vos tenías,<br />calles de piedra, farolito y corralón<br />Un duende azul que te inventaba fulerías<br />y aquel tranvía que cruzaba rezongón.<br /> <br />Como pretenden iluminar tu esquina<br />con carteles y con luces de neón<br />si allí la luna perfumaba las glisinas<br />y le contaba sus secretos al amor<br /> <br />Oigo los ecos de la vieja calesita,<br />se oye al poeta que cantaba su penar,<br />contando al aire que te amó, Maria Bonita<br />mientras miraba tus estrellas enjuagar.<br /> <br />Las correrías de los pibes por las calles,<br />los picaditos del potrero y el café,<br />donde la barra de la esquina recalaba<br />buscando el tiempo del domingo detener.<br /> <br />Placita Güemes, soy la piba rubiecita,<br />la que trepaba al mas alto tobogán<br />la que tenía siempre sucias las rodillas,<br />y en una hamaca hasta el cielo iba a llegarLhttp://www.blogger.com/profile/01529180237167858012noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-1082154248025631979.post-21115444372041902732010-07-12T01:03:00.011-03:002010-07-12T16:09:20.480-03:00La casa de calle GüemesImaginen un mundo sin las comodidades de ahora. ¿Heladera? Solo en las casas pudientes, las primeras Siam. Pero antes, estaban las de madera forradas en metal que oficiaban de conservadoras, con un bloque de hielo que era traido a domicilio. ¿Supermercado? No. El almacén cubría las necesidades de cada barrio. En el nuestro, además de vender comestibles, la mayoría sueltos, hacían pizza. Era de rigor la llamada "libreta del almacenero", donde se anotaban todas las compras y se pagaba a fin de mes. Mi abuela se encontraba con gastos insólitos. Es que con mi hermano solíamos invitar a nuestros amigos con pizza y Bidú -la gaseosa de la época- y por supuesto el costo iba a parar a la libreta negra con tapas de hule. El lugar, como de ramos generales, tenía un sitio prohibido para nosotros y al que tampoco accedían las mujeres "decentes". Le decían "despacho de bebidas". Allí había mesas para los que iban a tomar, y de paso, jugar algún partido de cartas o de dados.<br /><br />Las calles empedradas, con vías por las que cada tanto pasaba el tranvía, tenían un gran movimiento de vendedores ambulantes. El kerosenero, el mimbrero con un carro que se balanceaba lleno de sillas, hamacas,sillones, escobas y plumeros, que tirado por un caballo daba siempre la impresión de vuelco inminente. El vendedor de pavos y gallinas, el lechero que te dejaba una leche gorda y espumosa en la jarra de la casa. Vendedores de ropa, de sábanas y toallas, de juguetes, que pasaban puerta a puerta.<br /><br />En una de las esquinas -Julián Alvarez- estaba la carbonería. Ese era el corralón donde conseguías leña, maíz para las gallinas, papas, cebollas, carbón para los braseros (en invierno) y para las cocinas económicas todo el año. Había pocos negocios instalados en locales, como la heladería de Kuky y David, muy frecuentada por nosotros. La mayoría acondicionaba la entrada de sus casas para instalar, por ejemplo, la peluquería, que ademas de cortes peinados y tinturas, se especializaba en el comentario y divulgación de la vida y milagro de todo el barrio. La sala de la profesora de piano, que atronaba con las escalas de sus alumnos toda la cuadra y un par de maestras de francés e inglés, con títulos habilitantes de dudosa procedencia. La mercería de la avenida Santa Fe, que todavía esta ahí. El carro del verdulero estacionado todas las mañanas, con su estallido de color entre las frutas y los vegetales. Dos veces a la semana, la feria en donde había de todo. A la farmacia nuestra abuela la llamaba "la botica" y al farmacéutico "boticario". El, conocía y curaba las dolencias simples, que sobre todo padecíamos los chicos.<br /><br />—Buen día Don Saturnino...<br />—¿Qué dice señora? ¿En que la puedo servir?<br />—Ay vea, la nena no me come... ¿No tendrá algo para darle?<br />—Pero como no. Déle una cucharada de esto una hora antes de las comidas ("esto" era un jarabe que tenía el gusto del infierno). Y si no resulta, vaya a verla a Doña Juana, que le tire el cuerito. Puede ser que esté empachada.<br /><br />Para resfrios, gripes y catarros, tambien había.<br /><br />—Me lo mete en la cama, y le da una friega con esta pomada (cristalina, de olor apestoso) lo abriga bien y le pone un paño caliente. Y que no se levante por tres días.<br /><br />Si tenías suerte de que la cosa funcionara sólo con la pomada y la cataplasma, podías ponerte a salvo de las temidas "ventosas", que eran unos vasitos con alcohol que luego de encendidos, recalaban en tu espalda haciendo como una sopapa. Baste saber al recordarlas que hubo algunos casos de quemaduras serias.<br />Por supuesto, estaba el médico de cabecera que atendía a toda la familia, el solo y en todas las áreas conocidas hoy como "especialidades"<br />No había barrio sin modista, sin zapatero remendón, sin barquillero y pirulinero a la salida del colegio, sin afilador, ni sin botellero que al grito de "¿Hay algo para vender?" se llevaba, si lo llamabas, todo lo inservible: desde una cama devencijada hasta una cacerola sin fondo, pasando por botellas y diarios viejos.<br /><br />El organillero con su cotorrita amaestrada para sacar con el pico un papelito que predecía tu futuro (siempre venturoso) y su música de valses y tanguitos que aún resuenan en mi mente como uno de los recuerdos mas hermosos de esa época -no en balde le dedicaron algunos versos-.<br />La calesita estaba instalada en el baldío de Güemes y Salguero. Daba vueltas arrastrada por un pobre caballo que en el centro, tapado por paneles con alegres dibujos, giraba en la oscuridad. La vuelta duraba lo que la canción del disco de pasta. La sacada de la sortija significaba "la próxima, gratis". "¡A mí Don José!" voceábamos, pero el tenía sus preferidos, que eran los mas chiquitos. Alguna vez conseguí agarrarla de prepo y a veces nos colábamos, cuando ya estaba en marcha y creíamos que no nos veía. Y nos veía, pero no nos decía nada. La placita frente a la iglesia Guadalupe era el lugar de encuentro y de juegos del piberío.<br /><br />El diario llegaba todas las mañanas, a veces, acompañado del Leoplán, o Damas y Damitas, revistas que se leían en casa. La Rico Tipo estaba prohibida (las chicas Divito eran demasiado gráficas). Los días que el repartidor deslizaba las infantiles, mi hermano y yo esperábamos detras de la puerta para abalanzarnos sobre el Pato Donald, Billiken o Patoruzú, a ver quien las agarraba primero.<br /><br />A la hora del té, escuchábamos por la radio la novela que seguía nuestra abuela, "El teatro Palmolive del aire". Después, quedábamos oyendo las aventuras de "Tarzán, rey de la selva" con el elefante Tantor. Luego, "Blanquita y Hector. Que pareja Rinsoberbia" auspiciada por un jabón que se llamaba Rinso. Mas tarde, Los Pérez García (familia histórica, precursora de todas las que vinieron después). Ya entrada la noche, la jornada radial terminaba para nosotros con El Glostora Tango Club.<br /><br />La vereda era una rayuela permanente y las paredes de las casas una especie de frontón contra el que jugabamos a las figuritas y a las bolitas.<br />En Santa Fé estaba el cine Odeón, al que íbamos siempre. Tres películas al hilo en continuado y a veces vuelta a empezar, hasta que venían a buscarnos. Yo iba munida de un largo alfiler de ajustar sombreros que me daba mi abuela diciendo:<br /><br />—Cuidá a tu hermano, que es mas chico. Esto es por si se sienta un degenerado al lado.<br />Y a él:<br />—Vigilá a tu hermana, que es mujer, y si pasa algo, llamás al acomodador.<br /><br />En el cine Gran Norte, los domingos a la mañana, veíamos dibujitos animados, las series de Superman, Flash Gordon y La mujer araña. Todas en capítulos, que continuaban la semana siguiente.<br /><br />Recuerdo un dibujito del Pato Donald, que hacía una alta pila de panqueques con huevos, harina y agua. Nos parecieron muy apetitosos y sobre todo nos encantó la idea de revolearlos como hacía él. Al llegar a casa nos metimos en la cocina (hora de la siesta, sin moros en la costa) y pusimos manos a la obra. El resultado: un pegote que al intentar ser dado vuelta fue a parar al techo, para luego bajar por las paredes creando un enchastre terrible. Esto enfureció a la cocinera que casi se mata de un golpe al patinar en el piso lleno de masa.<br /><br />—Señora, si los niños vuelven a entrar a la cocina, yo dejo esta casa. <br />Mi abuela, ante la amenaza, cortó de cuajo nuestra vocación culinaria. <br />—Chicos. Si Gabi se va ¿Quién cocina? <br />Tenía razón. Ninguna en la familia sabía hacer ni un huevo duro.<br /><br />Y nosotros, mi hermano y yo, crecimos y nos cuidamos como recomendaba la abuela.<br />Un poco solos, como los sobrevivientes.<br />Pero a pesar de todos los avatares, nuestra siembra en la vida dio frutos maravillosos.<br /><br />Esto está dedicado a los frutos de él, que ahora solo tienen mi voz y mi memoria, para mostrarles algo, aunque sea un poco de esa infancia que nos tuvo juntos y que creó los lazos que nos mantuvieron unidos para siempre.<br /> <br />Para Fernando, Juani y Vicky (en orden de aparición)Lhttp://www.blogger.com/profile/01529180237167858012noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-1082154248025631979.post-36446727882113290182010-07-05T11:45:00.004-03:002010-07-05T15:48:50.336-03:00El ConventilloEra un conventillo alumbrado a kerosene, como en el tango. Lanús al fondo. Calles de tierra, barro, intransitable los días de lluvia. <br />Todo se compartía. El piletón para la ropa, la soga para colgarla, el baño único para cinco familias, siempre maloliente a pesar de los baldes de acaroina, la falta de trabajo y la miseria que coronaba la vida de estos seres, hacinados, padres e hijos en una pieza. Había uno que vivía solo, y mi amiga Carlota, lidiando con su asma en ese lugar tan frío, trabajaba repulgando empanadas en una famosa pizzería de la Avenida Callao. Ella nos consiguió el terreno que alquilamos y donde pusimos una "prefabricada", esas casas de madera que ya venían hechas con techo de chapas, a las que solo había que hacerle los cimientos y el piso de cemento. Dormitorio y cocina. Y así agrandamos el conventillo.<br /><br />Todos los hombres que vivían allí eran obreros portuarios. A veces tenían trabajo, a veces no. Algunos tenían "libreta" que les aseguraba prioridad. Los que no la tenían enganchaban laburo cuando faltaba gente o la carga del barco era mucha. Si no, volvían a su casa con los hombros mas caídos y abrumados que cuando habían trabajado.<br /><br />—Buen día Doña.<br />—Y... ¿Cómo le fue Guillermo?<br />—Nada por hoy... veremos mañana... si hay suerte.<br /><br />Eso. Si hay suerte. Que hubiera un plato de comida en esas mesas dependía de la suerte, de que llegara un barco a ese puerto, de que al capataz le cayeras símpatico, de que la carga fuera suficiente para tantos que todas las mañanas iban a tentar la famosa "suerte": que les dieran trabajo.<br />Dominga y Guillermo tenían dos hijos. La nena, de unos 17 años quería ser modelo. El varón, menor que ella, jugaba en las inferiores del club Lanús. Nunca llegaron a nada, pero los sueños son los sueños. Y todos los pibes los tienen.<br /><br />En la pieza de enfrente, vivía Marcela con su hijo de padre desconocido. Este quería cantar como los del Club del clan, pero, mientras no se cumpliera su sueño de fama y fortuna, debía levantarse a las cuatro de la mañana y partir junto a los otros a ver si podía conseguir alguna changa.<br />Los domingos, truco en el patio. Horas de "tenidas" entre "contraflor al resto" y "quiero retruco" , rociadas de abundante vino barato, que los enardecía al punto de pelearse fiero. Ahí salían las mujeres , y metían en la pieza a su correspondiente marido. Las cosas nunca llegaban a mayores. Era la diversión de la pobreza, y pasarse de copas, la manera de no pensar y evadirse por un rato.<br /><br />Al día siguiente partían hacia el puerto en bloque. Todos amigos y todos a enfrentarse con un mismo destino que dependía de la "suerte".<br /><br />Yo tambien galgueaba como ellos por esos tiempos, y en un momento en que no tuve trabajo me ayudaron. Y me ayudaron con la solidaridad que únicamente puede tener la gente que la ha pasado mal, que siente tu dolor porque es el suyo, que sabe de tu hambre porque la ha sentido, que conoce el sabor de tus lágrimas, porque las ha llorado.<br />Con la mayor delicadeza y a escondidas, dejaban en la mesa de mi cocina pan, papas, carne, en fin... cosas para parar la olla.<br />Yo las encontraba de repente. Ellas se aseguraban de no ser vistas, pero yo sabía sus nombres. Yo los se ahora y por eso estoy escribiendo esto, como homenaje, como agradecimiento eterno para Marcela y Dominga, que un día me dieron, no lo que les sobraba. Me dieron lo que les faltaba.Lhttp://www.blogger.com/profile/01529180237167858012noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-1082154248025631979.post-46076603640861808282010-07-01T15:41:00.003-03:002010-07-02T01:32:15.797-03:00Fiesta en el conventillo1964. Estábamos en una semi-convivencia cuando decidimos casarnos, después de una reunión del Partido Comunista.<br />—Compañeros, ustedes están dando un mal ejemplo y además, la razón a los detractores que dicen que nosotros no tenemos moral, y eso del amor libre. Así que les pedimos que regularicen su situación con un pronto matrimonio.<br /><br />"¿Qué estamos haciendo?" nos preguntamos mientras salíamos del reto, como perros con la cola entre las patas. Rapidamente: pedir fecha en el civil y análisis prenupcial. Cuando tuvimos día y hora anuncié a mi familia:<br /><br />—Me caso dentro de un mes.<br />—¿Cómo que te casas? ¿Así de repente? ¡Estás embarazada! —casi afirmó mi vieja.<br />—No —contesté.<br />—¿Y por qué el apuro?<br />—Porque sí —dije, ocultando las prejuiciosas e imperiosas razones.<br /><br />Mi viejo, no dijo ni preguntó nada, ni siquiera adónde íbamos a vivir. Mis padres estaban separados desde que mi hermano y yo eramos chicos, pero toda la vida conservaron una gran amistad y una mutua admiración. Los dos tenían sus respectivas parejas.<br /><br />Hecho el anuncio, fecha y hora en el civil y fiesta en el conventillo, que era el lugar donde viviriamos. No teníamos nada. Quiero decir que como no sabíamos que íbamos a casarnos tan pronto, no habiamos hecho acopio alguno de muebles y enseres como solían hacer los novios pobres en aquellos tiempos, porque ademas con nuestros amigos sin un mango ¡minga de lista de regalos!. Nosotros ni la cama, que no recuerdo de donde apareció. Al fondo del lugar, armamos una casilla prefabricada que no tenía ni cimientos ni piso y donde fuimos instalando de a poco las cosas que ibamos consiguiendo. La gente que vivía allí nos recibió con los brazos abiertos y se ofrecieron para organizar el festejo de empanadas y vino.<br /><br />Llegó el gran día y nos fuimos hasta el civil en tranvía. Mi testigo vino en camisón con un tapado arriba. Se había quedado dormida. Mi hermano que nos regaló los anillos, llegó tarde. Ceremonia cumplida, nos reunimos en almuerzo familiar en la casa de la madre de mi flamante marido a esperar que llegara la noche para celebrar. Ninguno de mis familiares conocía mi futuro hogar. La sorpresa que se llevaron fue muy grande. Yo ya había llevado mis pocas pertenencias y con ellas la mas valiosa, mi perra Neike. El patio del conventillo estaba lleno de amigos. Por suerte era techado porque llovía a cántaros. La fiesta estaba a pleno, cuando llegó mi vieja con su marido y mi viejo, a quienes con su glamour de siempre, presentaba....<br /><br />—Mi marido... mi ex marido... —a los ojos sorprendidos de gente sencilla no habituada a estos entretelones estilo Hollywood.<br /><br />Todo fue muy lindo hasta que mamá quiso ver la famosa casilla, futura residencia de su nena. Para llegar a ella había que atravezar un yuyal bastante crecido -que después cortamos- y saltar una zanja de agua estancada que daba un olor espantoso -donde pusimos unas maderas para cruzar-. Luego de constatar lo feo, inhóspito y desagradable del lugar, volvió a integrarse a la fiesta, con los ojos llenos de lágrimas. Dominga, al verla sensible a lo que ella creía su emoción de madre, le dijo consolándola:<br /><br />—No llore Doña, no piense que pierde una hija, piense que gana un hijo.<br />—No —contestó mi vieja, sollozando. Si no lloro por eso. ¡Lloro por que la perra va a vivir en esta mugre!<br /><br />Y tenía razón. Dominga no dijo nada y siguió con las empanadas. Y sí. El lugar no era nada lindo. Nos pudimos mudar unos tres años después, ya con nuestra hija, que nació en ese conventillo alumbrado a kerosene.<br /><br />Pero la gente... la gente que conocí allí... eso es otra historia.Lhttp://www.blogger.com/profile/01529180237167858012noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-1082154248025631979.post-73586300199434871762010-06-28T13:31:00.003-03:002010-06-29T10:23:36.828-03:00Palabras para alguien que está de pasoYo no se como se llamará en otras partes,<br />pero aquí le decimos "mufa" ¿sabés?<br />Nos agarra de repente,<br />nos invade de un modo tan pleno<br />que hasta nos gusta tenerla.<br />Para saber que es la mufa, tendrías que nacer de nuevo,<br />pero aquí, en Buenos Aires, y crecer hasta la estatura inútil del obelisco y entender como Piazzola te describe el clima caliente, húmedo, jodido del verano porteño, así nomás, sin letra, para que el verso te lo inventes vos mismo.<br />Decime... ¿vos viste como todo el mundo se pelea?<br />Mirá que poco se mira la gente.<br />Sentí el olor del Riachuelo, fijate como desaparecieron el "después del sur y del paredón".<br />Penetrá de noche en este puerto de marineros y yirantas.<br />Caminá una madrugada cualquiera por Corrientes, desde Alem hasta Callao.<br />Metete en algun boliche y tomate una ginebra...<br />mirá que pena de amor tirada en cualquier parte.<br />Mirá los reyes del camelo, estan ahí, a tu costado.<br />Mirá, mirá, mirá como nos gusta vivir, con que alegría.<br />Date vuelta, mirá ese pibe que te toca en el centro de la bronca... quiere que le compres algo.<br />¡Pero no! no te pongas triste... si vos estás de paso... vos no te podes mufar.<br />Yo solo quería que nos vieras, cuesta porque andamos apurados...<br />Y LOS ARGENTINOS SOMOS ASI...¿O NO?<br />Decime... ¿vos sabés por qué los porteños no sabemos bailar la zamba?<br />Porque todavía no aprendimos a mirarnos a los ojos.<br /> <br /> <br /><span style="font-style:italic;">Escrito en la década del 70. Para el espectáculo Buenos Aires, Jugo de paraguas, Café concert.</span>Lhttp://www.blogger.com/profile/01529180237167858012noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1082154248025631979.post-51941939524741640322010-06-22T22:16:00.006-03:002012-04-11T20:33:10.993-03:00Nelly, la prostituta lisiadaTuve suerte.<br />Digo, porque mi vida se enriqueció gracias a la oportunidad de conocer toda clase de personas. Está bien. Algo puse de mi parte. Nunca me cerré en prejuicios... y nunca dije "no". Corría el año 1974 cuando mi amigo Alfredo me propuso:<br /><br />—Quiero que conozcas a Nelly.<br />—¿Y quién es Nelly?<br />—Nelly es mi amiga. Es prostituta, y es lisiada.<br />—¿Cómo que es lisiada? —pregunté sorprendida... no porque fuera prostituta si no porque... ¿prostituta y lisiada?<br />—La tenés que conocer —dijo rotundo. Vale la pena.<br />Y por supuesto, la conocí. Tenia razón, valía la pena.<br /><br />Cuando apareció en casa con Alfredo, traté de disimular el impacto que me causaron sus bastones que la ayudaban a caminar, agarrados en cada codo.<br />No suelo sorprenderme ante la discapacidad de las personas. Todos tenemos alguna. La diferencia era que la de Nelly no era de las invisibles. Caminaba con una renguera tremenda por una deformación en las caderas, de la que nunca supe el origen.<br />"No... es una joda... seguro.. una broma de este" pensé... "¿Cómo esta mujer puede ser prostituta?".<br /><br />Nos sentamos a tomar café y a charlar y esta Nelly me pareció una persona encantadora, que una vez entrada en confianza contó qué hacía de su vida y sobre todo, cómo sobrevivía económicamente. Con lo que ganaba levantando tipos por Constitución, pagaba un hotel barato del barrio de San Telmo. Eso sí. Cobraba poco y así se las rebuscaba para hacer unos mangos. Yo, seguía sorprendida.<br /><br />—¿No me crees? Te juro que hay gente para todo —dijo haciendo referencia a su cliente fijo. Y no de ahora, desde hace mucho.<br /><br />Todos los jueves ella lo esperaba sentada en un bar de Avenida de Mayo. El llegaba a buscarla en un coche con chofer. Se metía en su auto e iban siempre al mismo lugar. La particularidad del caso: el tipo no había hablado nunca. El trato con ella lo había hecho el chofer. Ese era su mejor cliente, el mas fiel. Con esa guita pagaba la pieza.<br /><br />—¡Pero podés creer que no le conozco la voz!<br />—Será mudo —pensé y reafirmé para mis adentros su idea: hay gente para todo.<br /><br />Parece que el hombre no abría la boca ni para decirle "chau", cuando la llevaba de vuelta al bar de donde la había levantado. Nelly tenía unos modales y una cultura que me llamaron la atención. No era joven. "Por lo menos anda por los cincuenta", pensé. Le gustaba leer y su sensibilidad e inquietudes amenizaron una charla de domingo sin apuro. Me producía una profunda tristeza su oficio, siempre presente en mi cabeza, aunque habláramos de otras cosas. Tenía mucho sentido del humor y sabía reirse de sí misma.<br /><br />—Mirá lo que me pasó el otro día. Yo estaba por Constitución parada en una esquina, tratando de enganchar algún cliente. En eso se me acerca un pibe y mirando mis bastones me dice: "¿La ayudo a cruzar, señora?". "Por veinte pesos me acuesto con vos y te hago de todo", le respondí. El pibe me miró con horror y salió corriendo. Quiso hacer una buena acción y mirá con lo que le salí yo....<br /><br />Nos reimos, Alfredo y yo. La anécdota era graciosa, pero la risa nos salió dolorosa. No estoy segura de que cosa me parecía peor, que trabajara como prostituta o que alguien comprara los servicios sexuales de una persona tan ostensiblemente lisiada. Además me parecía tan refinada y tan culta. Pensé que debería cambiar de profesión y se lo sugerí, tratando de no parecer prejuiciosa respecto del antiguo oficio y evitando herir sus sentimientos.<br /><br />—Decime Nelly ¿No pensaste en trabajar de otra cosa? Algo como...<br />—Decime nena —me interrumpió cortante. Yo profesión no tengo, trabajo no me da nadie. Ahora vos decime, con una mano en el corazón. Si yo te toco el timbre y me ofrezco de sirvienta para limpiar tu casa, ¿Vos me tomarías?<br /><br />Me bajó de un hondazo.<br />"Claro que no" pensé, mientras me juraba nunca prejuzgar, nunca pontificar, y sobre todo entender, que en esta vida cada uno hace lo que puede.Lhttp://www.blogger.com/profile/01529180237167858012noreply@blogger.com3