domingo, 26 de septiembre de 2010

Jorge Luis Borges & Lois Blue

La calle Florida era un paseo obligado para Borges allá por los años 60. Solía vérselo acompañado de su secretario, quien haciendo las veces de lazarillo, ponía sus ojos a disposición del maestro para relatarle lo que sucedía alrededor. Uno de esos días en los que Don Jorge Luis deambulaba por ahí, fui testigo de una rutina que desconocida por mí, venía sucediendo cada vez que mi mamá, cantante de jazz, se encontraba con el escritor, amante del jazz. Ella lo vio venir, se le acercó, lo saludó, y comenzó a cantar a voz en cuello 'St. James Infirmary', un hermoso y antiguo blues. Yo estaba avergonzada y no sabía donde meterme, pero el beneplácito acompañado de sonrisa y atención por parte del destinatario de esta función callejera me tranquilizaron y escuché yo también. La gente pasaba sin prestar mucha atención al episodio, salvo alguno que otro que miraba con asombro. Finalizada la canción, mi mamá fue premiada con agradecimientos y cumplidos. En cuanto nos quedamos solas le pregunté:
—¿Qué fue eso? ¿Estás loca? ¿En plena calle?
—Ah eso... siempre que nos encontramos se la canto, es la que mas le gusta —me contestó, como si fuera la cosa mas natural del mundo.

Ahí me enteré que mi vieja conocía a Borges, que él la conocía a ella y que entre los dos se cumplía este rito en cada encuentro. Creo que a raíz de esta rutina fue que a mamá se le ocurrió una idea: hacer en televisión un programa titulado "La canción que le gusta a los famosos". La cosa consistía en invitar a un personaje relevante, entrevistarlo y homenajearlo cantándole su tema preferido. La idea no era mala, pero no cuajó. Recuerdo que se la presentó a bastante gente, hasta que un día la contrataron para hacer un micro en el medio de un programa diario. El productor era Pedro Muchnik, creador de 'Buenas tardes, mucho gusto', dedicado a labores femeninas, desde donde Doña Petrona C. de Gandulfo enseñaba sus legendarias recetas, convirtiéndose en la pionera de la cocina televisada.
En el programa se dictaban clases de tejido, decoración, bordado, consejos de todo tipo para el cuidado del hogar y la salud de los niños. Precursor de Utilísima y de todos los que vinieron después con esos contenidos. Ahí, en el medio de costureras que enseñaban a cortar con moldes, bordadoras con bastidores, tejedoras y Doña Petrona entre cacerolas y sartenes, se empezó a trasmitir el micro de mamá. No recuerdo cuantos programas hizo. Uno de sus invitados fue Piazzolla, no sé que otros hubo. Pero del que si tengo registro es el que motiva esta historia.

—¿Cuánto jugamos a que no viene? —dijo alguien un rato antes de comenzar el programa que en esos tiempos se trasmitía en vivo.
—Y bueno, si no viene suspendemos el micro y listo —dijo el director.

Mamá no participaba de esta impaciencia. Tengo su imagen sentada al piano esperando su turno, mientras a su alrededor discurría la función que había comenzado, con el habitual movimiento de cocinera, profesora de corte y confección, y que vamos a una tanda, y corte comercial -cartones de anuncios y locutores en vivo- como todas las tardes. De repente luz roja, estamos en el aire. La enorme puerta se abrió, entró el muchacho de anteojos y detrás suyo, silencioso y con paso trémulo, Jorge Luis Borges. Un asistente los guió hasta el rincón en el que mamá y el piano aguardaban. La cara de sorpresa de todos los que estaban en el estudio fue indescriptible.

Llegó, saludó y se sentó en la silla que tenía destinada. Quedó esperando. Cuando llegó el momento, mi vieja, canchera en estas lides, lo presentó, le hizo algunas preguntas a modo de preámbulo y alli no mas anunció que iba a cantar la canción preferida de su invitado: 'St. James Infirmary'. Arrancó con toda su polenta junto a un Borges que seguía el ritmo con el bastón entre sus manos y los ojos entrecerrados. Yo no sé si ella tuvo consciencia del logro que fue llevar a una persona como Borges, a un programa como ese, en aquella época en que las cosas ocupaban lugares rígidos y no se mezclaban entre sí. Confieso que yo también dudé que viniera. Pero vino, escuchó su canción, agradeció, sencillo y afectuoso y nos retiramos cuando hubo un corte y oportunidad para salir del estudio de Canal 13. Creo que no hay registro de esto, lástima, que en esas épocas no se grabara tanto como ahora.
Pero a lo mejor, algún memorioso habrá por ahí que conserve el asombro de haber visto el día en que Jorge Luis Borges anduvo entre sartenes y cucharones, escuchando blues en 'Buenas tardes, mucho gusto'...

2 comentarios:

  1. Mi abuela y Borges, quién lo diría, eh!

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  2. me encanto la historia y tambien saint james infirmary! gracias por compartirla con nosotros Lucia! un abrazo

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