domingo, 27 de marzo de 2011

Para cuando florezcan los cerezos

Por mucho mundo que uno conozca, siempre habrá lugares, paisajes y culturas pendientes. Esto le ocurría a una pareja de amigos míos, que muy acostumbrados a viajar por todas partes, habían pospuesto Oriente, como una especie de corolario, de culminación de su vida errabunda, ávida de conocimiento, historia, gente, ritos y costumbres milenarias, tan diferentes y tan llamativos para recorrer y explorar. Un día cualquiera, se miraron a los ojos, y supieron que era el momento de organizar la partida, esa que les faltaba realizar, de esos mundos que querían visitar desde siempre.

Llamaron a una agencia y expusieron su deseo de recorrer parte de Oriente, haciendo hincapié en su interés por Japón, China y Vietnam. Acordaron presupuesto, condiciones e itinerario. El tiempo de viaje estaba distribuido en días recorriendo Japón, con los puntos que ellos habían sugerido como de su gusto, luego vendría China y por fin Vietnam.

Corría el mes de febrero y en los últimos días se iniciaría el viaje. Entre los preparativos, documentación, qué ropa llevar, quien cuidaría la casa en la ausencia, a ella le vinieron a la mente los cerezos de Japón, esos que solemos ver en las postales, algunas veces acompañados de una muchacha vestida a la usanza con una sombrillita y pinchos en la cabeza. Pensó entonces, que si iniciaban el recorrido en esa fecha, los cerezos no habrían florecido.
—No —dijo para sí—. Yo quiero ver los cerezos en flor.
Y ahí no mas, llamo a la agente y le dijo que quería hacer algunos cambios.
—Pero ya están hechas las reservas —se atajó la organizadora.
—Los cerezos en Japón florecen en abril, de modo que no lo quiero como primer punto Haga el favor de cambiar el itinerario —insistió.
Y por aquello de que el cliente siempre tiene razón junto con su obstinación, el cambio se realizó. Cuando se lo comentó, el marido asombrado, le preguntó los motivos.
—Es que los cerezos en Japón florecen en abril y yo quiero verlos florecidos.
Él no se opuso. Ver Japón como en las fotografías más bellas no le pareció mala idea.

Llegaron a Vietnam que con el cambio se había convertido en el primer país del itinerario. A los pocos días estalló la tragedia. Terremoto, tsunami, radiactividad, noticias terribles, miles de muertos, heridos, desaparecidos, réplicas que mandaba la tierra amenazante y despiadada. La situación en Vietnam era mantener las puertas y las ventanas cerradas. El viaje soñado se había convertido en un infierno del que les costó salir.

La operación retorno no fue fácil. Los aviones habían colapsado su capacidad, así que haciendo malabares de vuelos a distintos destinos, luego de 48 horas en el aire, consiguieron aterrizar en Buenos Aires. Los hijos y los nietos los esperaban ansiosos. El miedo de saberlos en peligro se disipó cuando los tuvieron delante. —Estoy muy contenta de abrazarlos —dijo ella—. Fue una odisea llegar. Por un momento creí que no lo íbamos a lograr.
Salieron de Ezeiza y en el camino de regreso ella habló con tristeza de la tragedia y dijo con melancolía, como para sí,
—No pude ver los cerezos florecidos en abril.
—Los cerezos les salvaron la vida —dijo la nieta.
—¿Cómo?
—Claro. El primer punto del viaje era Japón ¿No te acordás? Vos lo hiciste cambiar porque querías ver los cerezos florecidos.
Se hizo un silencio denso y respetuoso dentro del coche. Como un agradecimiento a la vida que nadie pronunció, pero que todos compartieron. Las palabras de la niña habían descubierto algo que, por la premura, y el miedo, ninguno había pensado ¡El cambio de itinerario!
—Voy a hacer un lugar en el jardín —dijo ella, con lágrimas en los ojos—. Voy a plantar un cerezo.

5 comentarios:

  1. Como siempre: me gusta mucho.... Felicitaciones. Ueso

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  2. Que mala suerte los japoneses y que buena suerte ellos. Me alegro que hayan llegado sanos y salvos! Un beso Lucía, y seguí escribiendo!

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